miércoles, 26 de febrero de 2014

Evitando el paso mortal: El CENTRO INTERNACIONAL DE DESMINADO (CID)


Las tareas de desminado realizadas por el contingente español conllevan una preparación exigente y un arduo trabajo por parte del personal que las desarrolla durante algo más de cuatro meses. Supone además, un desgaste físico y mental considerable del zapador y su jefe de equipo, que permanecen muchas horas en la zona de trabajo debido, en parte, a que el procedimiento es enteramente manual” (Teniente de Ingenieros Asier Fontecha Saiz: “Misión Libre Hidalgo: La Sección de Zapadores en Tareas de Desminado”. Revista “Ejército” No 874 –Enero/Febrero de 2014).


Recuerdo aquel programa de Paco Costas -periodista español especializado en temas de motor- llamado “La Segunda Oportunidad” (1978-1979). El mismo comenzaba con un coche estrellándose contra una gigantesca roca en medio de una carretera… Pero se activaba de repente un rebobinado del espectacular accidente y, al continuar, el vehículo esquivaba esta vez la roca. Por desgracia, en situaciones donde te topas con una mina, las segundas oportunidades son más que imposibles. De ahí la importancia de una buena instrucción al respecto.

Tras superar un exigente test psicológico se presenta la primera gran criba para el futuro desactivador: LA PRUEBA DE LA CAJA DE MADERA. Los aspirantes a operadores EOD –siglas del argot militar que responden a Explosive Ordnance Disposal– deben tratar de desenmarañar una “trampa” de candados y cerraduras que pondrá a prueba su capacidad de reacción, manipulación y lógica ante situaciones de estrés. No todo el que abre la caja de madera es apto para iniciar el curso; a veces, los elegidos son precisamente los que no la abren pero mostraron mayor aplomo… He aquí una clave para entender a estos militares especializados en neutralizar bombas, minas, munición y cualquier artefacto explosivo improvisado como son burros-bomba, motos-bomba, cadáveres trampeados con bombas o una garrafa conectada a un detonador y rellena con nitrato amónico y combustible (ejemplos veraces en la guerra de Afganistán)[1]. Una especialidad que en el Ejército recibe entre 30 y 50 euros al mes de “sobresueldo”. En Estados Unidos pueden percibir hasta 1.200 dólares. Obviamente, ningún militar español elige especialidad por una cuestión económica. Son unos 250 artificieros en las Fuerzas Armadas -jefe de equipo EOD (oficial) y operador EOD (suboficial) o de reconocimiento (EOR)-, de los cuales su gran mayoría se encuadran en el Ejército de Tierra, en el arma de ingenieros que data de principios del siglo XVI. “Serenidad, trabajo cooperativo, capacidad de comunicación para trabajar en equipo, que no sean ni individualistas ni egocéntricos, mucha concentración y conocimiento”. Este es el perfil que busca el Ejército, según nos ilustra el coronel Rafael Jiménez Sánchez, responsable del Centro.



El sargento primero Basilio Manchero viajará pronto a Afganistán. Es especialista en desactivación de explosivos, para él, un trabajo tan peligroso como vocacional. Lleva cinco días en el CENTRO INTERNACIONAL DE DESMINADO (CID) de la Academia de Ingenieros del Ejército en Hoyo de Manzanares (Madrid), poniéndose al día de las amenazas que puede encontrar en su nuevo destino y familiarizándose con el material necesario para neutralizarlas: “No concibo ir a zona de operaciones sin pasar por aquí”, asegura.


Estos cursos de actualización para los militares que van a participar en misiones internacionales son algunos de los que se imparten en el CID. Desde los más básicos a los más especializados, son enseñanzas que les pueden salvar la vida. “En el 60 por 100 de los casos lo que determina el éxito o el fracaso es el conocimiento que tengamos de la amenaza”, afirma el coronel Jiménez.

Algunos de estos cursos son muy cortos, sólo duran un día, como los que tratan de sensibilizar sobre el riesgo que suponen las minas. Están orientados tanto a civiles como a militares y los solicitan desde colegios, asociaciones, periodistas, ONG y militares que van a desplegar en zona de operaciones, aunque su trabajo no esté relacionado directamente con estos artefactos.


Otros tienen carácter internacional, como los de desminado humanitario. En ellos se enseña a localizar, señalizar, destruir, limpiar la zona minada y eliminar restos de explosivos. “Somos de los pocos ejércitos que oficialmente hacemos desminado humanitario -señala el coronel Jiménez-. Estos cursos se rigen por normas de calidad internacionales, muy rigurosas y exigentes”. Los responsables del desminado humanitario son los propios países en los que se encuentran diseminados estos artefactos y los militares sólo participan en esta tarea cuando se lo solicitan, normalmente porque no tienen capacidad suficiente para llevarla a cabo. “Pero tenemos que demostrar que conocemos las normas, cómo registrar, documentar, llevar un registro estadístico de las zonas limpias, etc. Nosotros sólo podemos imponer nuestro criterio en nuestra zona de seguridad o en las rutas que utilizamos”, añade.


En el CID han realizado este curso alumnos procedentes de distintos países como Jordania, Bosnia, El Líbano, Afganistán y Colombia y organizaciones como la OEA (Organización de los Estados Americanos). Los cursos más técnicos que se imparten en el Centro Internacional de Desminado están dirigidos al personal militar. Uno de ellos es el de especialista en reconocimiento de artefactos explosivos (EOR), que está destinado a la tropa y tiene una duración de dos meses. El otro es bastante más largo, nueve meses, y prepara a oficiales y suboficiales como especialistas en desactivación de explosivos (EOD).

A lo largo de un año, en el Centro se forman unos 20 especialistas EOD, 80 EOR y un centenar de alumnos de cursos de desminado humanitario. Contando con los que reciben formación de sensibilización sobre el peligro de las minas, anualmente pasan por el CID casi 500 personas.


INFORMACIÓN DE PRIMERA MANO.
Probablemente, el sargento primero Manchero coincidirá en Herat con el sargento primero Juan Carlos González que también se está actualizando en el CID. “De todo lo que hacemos antes de viajar a una misión, esta semana es a la que más partido sacamos”, señala. Aunque ya ha estado en Afganistán en cuatro ocasiones, para él es importante conocer de primera mano lo último que está pasando en la zona. “No es lo mismo leer en un informe que el nivel de insurgencia es alto a que alguien que acaba de llegar de allí te lo cuente como lo ha vivido él”, asegura. Ese contacto directo se lo facilitan en el Centro Internacional de Desminado. “Vienen militares de dos rotaciones anteriores y les transmiten su experiencia reciente sobre los últimos procedimientos de la insurgencia -explica el capitán Carlos Beltrán-. Nosotros estamos bastante actualizados pero siempre es mejor que sean ellos los que les cuenten los incidentes que han vivido allí”. Además de recibir información, los militares que se preparan para viajar a zona de operaciones realizan prácticas de campo en el CID. Los especialistas EOD y también los EOR, encargados de localizar y señalizar las amenazas, practican en una zona que, previamente, se ha limpiado de cualquier resto de metal y donde, posteriormente, se han enterrado platos de presión, baterías, garrafas, cargas, etc. “Aquí ven cómo responden los detectores a esos componentes”, explica el capitán Beltrán. Para ello utilizan los más modernos equipos de detección con los que cuenta el Ejército: “Hasta hace poco, los insurgentes nos colocaban artefactos que tenían un gran contenido metálico y nuestra principal herramienta era el detector de metales. Pero cuando se dieron cuenta de que les levantábamos los artefactos dejaron de utilizarlo”, señala el capitán Beltrán. El Ejército entonces adquirió la tecnología GPR que detecta cambios de densidades. Es mucho más eficaz pero más compleja de utilizar y, aunque en las grandes unidades ya cuentan con este tipo de tecnología, en el CID “hacemos un seguimiento para ver si los especialistas tienen algún problema al utilizarlo e intentamos subsanarlo”, concluye el capitán. Además, disponen de magnetómetros, un sistema de detección pasivo utilizado para buscar bombas de aviación grandes[2].

CONTENIDO DE INFORME PARA PROCEDER A UN DESMINADO (ejemplo, UNIFIL)

 Informe de Suspensión del punto de desminado, en caso de que el contingente anterior (estamos hablando de desminado en ZO) no lo haya finalizado y se haga cargo el siguiente.
 Mapa esquemático del lugar y fotografías más representativas del mismo.
ƒ Informe de las áreas peligrosas del lugar, con la ficha registro de los campos de minas “propios” y “ajenos” (del enemigo) con los puntos base y de referencia en las proximidades del sitio a marcar.
 Cuadro de visitas en el que se refleja toda persona que haya accedido a la zona bajo su propia responsabilidad, después de haber recibido la pertinente charla de seguridad.
 Informes de aseguramiento de calidad, tanto internos como externos.
 Informes diarios de trabajo, reflejando el avance diario, objetos encontrados (minas, artefactos sin explosionar…) y el personal que ha participado en las tareas de limpieza.
 El plan de limpieza que el jefe de la Sección de Zapadores habrá propuesto a su mando, una vez recibida la información inicial del Informe de Trabajo (es una Orden de Operaciones centrada en cómo se va a llevar a cabo el procedimiento, adecuación y limpieza con los medios, personal, tiempo y medidas de coordinación necesarias, así como las fases de trabajo).


ADIESTRAMIENTO GRADUAL.
El curso más intenso de los que se desarrollan en el CID es el de especialista EOD. Dura nueve meses pero para acceder a él, los aspirantes a alumnos deben superar previamente un curso por correspondencia que realizan desde sus unidades. Sólo los elegidos van a Hoyo de Manzanares donde reciben una formación gradual en la que empiezan desactivando municiones convencionales, continúan con la desactivación a gran escala y terminan enfrentándose a minas artesanales, municiones no reglamentarias que se conocen como artefactos explosivos improvisados (IED) “la amenaza más compleja que se van a encontrar”, señala el coronel Rafael Jiménez.

Los formamos para que sean capaces de eliminar esa amenaza o de protegerse frente a ella”, puntualiza. Para el responsable del CID, casi la única herramienta que puede acabar con estos artefactos, que provocan el 90 % de las bajas en conflictos como el de Afganistán, es alguien con una formación muy completa: El especialista EOD. Aunque nunca sabe con certeza absoluta lo que se va a encontrar cuando se enfrenta a una mina o a un IED, siempre lo hace siguiendo unas normas: Está la distancia de seguridad -a cinco metros de una explosión no le salva nada y a 200 no le pasa nada-; el tiempo de exposición –si está cinco segundos haciendo algo en la zona de riesgo hay mucho menos peligro que si está cinco minutos-; los tiempos de espera -cuando realiza una operación, no lo hace todo encadenado sino que respeta tiempos de espera por si ocurre algo-; y las barreras o protección.


Para saber cómo reaccionar ante un incidente, los especialistas EOD estudian muchos casos prácticos y ven las distintas pautas de actuación. Hay diferentes protocolos como la Regla 5-25: “Cinco metros de radio es el espacio que se puede controlar visualmente y, precisamente, el más peligroso. Si hay algo ahí te va a matar seguro”, explica el responsable del CID. “A 25 metros, sin embargo, podemos controlar la zona con un visor y esa distancia te garantiza que, casi seguro, vas a sobrevivir”.



DISTANCIAS DE SEGURIDAD
POSICIÓN
DISTANCIA MÍNIMA
Operador de la máquina por control remoto en refugio o en vehículo blindado
50 metros
Operador de la máquina en campo abierto
200 metros
Desminadores usando método manual
250 metros
Personal Médico
300 metros
Otro personal y visitantes
300 metros

Otra norma de seguridad que cumplen en su trabajo es que nunca actúan solos ni tampoco en grupos grandes: “En una zona de riesgo no puede haber cinco personas, lo ideal es que haya dos, una haciendo algo y otra supervisando”, puntualiza el coronel Jiménez.


Para encontrarlas y destruirlas, primero se establece un área sospechosa, según las reglas del desminado humanitario (se denomina así al que se hace en tiempos de paz). Se elige personal idóneo, suficiente y responsable, porque es uno de los trabajos más desgastantes del área de ingenieros: El lapso para trabajar en la detección es de sólo 20 minutos. Después, sobreviene el estrés y la pérdida de concentración... Se trabaja sobre espacios de responsabilidad, a razón de 25 metros por pelotón. El sondeo se hace en calles de un metro. Cuando se identifican todos los explosivos del cuadrante asignado, un explosivista prepara el circuito para la demolición y destrucción de los explosivos. Siempre, siempre, la prioridad número uno es la seguridad del personal a cargo del desminado”.

Hay otra regla a la que estos especialistas se refieren como LAS TRES D: Dar siempre datos sobre la descripción del objeto, la distancia a la se encuentra y la dirección en la que está. “Tenemos muchos protocolos de actuación, pero en nuestro trabajo no sirve de nada ser muy rígidos. Con artefactos que no conoces tienes que improvisar y utilizar el instinto”, afirma el coronel.


TRABAJO EN EL LABORATORIO.
Los alumnos del curso de especialistas EOD, también aprenden cómo se comportan los explosivos y a fabricar sistemas de iniciación. “Juntándolo todo saldría el artefacto completo”, explica el jefe del taller de artefactos improvisados, brigada Emilio Morón. Por su taller también pasan los especialistas que van a viajar a zona de operaciones “para conocer los últimos artefactos que se están utilizando en una área determinada. Por eso -añade- para nosotros es fundamental que los que regresan de misión nos traigan IED recogidos allí”.

Es muy importante conocer estas pequeñas minas hechas a pequeña escala por grupos terroristas o irregulares. Son muy difíciles de eliminar, de controlar, porque no siguen un modelo estándar”, añade el coronel Jiménez. Por eso, los alumnos del CID aprenden no sólo a desactivarlos, sino a montarlos, bien siguiendo unas instrucciones previas, por ejemplo, que sean puramente mecánicos, o bien diseñados libremente.

Todo se aprovecha para hacer un IED. Desde jeringuillas a ratoneras, pasando por cajas de video o de cerillas, muelles de asientos de bicicleta o botes de plástico. El sistema de iniciación, además, va cambiando. “En Afganistán empezaron con los radiocontroles y siguieron con platos de presión a los que, posteriormente, quitaron todo el metal que tenían para evitar que los localizaran. Ahora están volviendo otra vez al radiocontrol”, explica el brigada Morón. “Lo último ahora es la desactivación a distancia con láser”, explica el capitán instructor Fernando Diego al tiempo que, paradójicamente, confirma que en Afganistán, tras un periodo de “sofisticación” en los artefactos explosivos improvisados, los terroristas han vuelto a colocar mayormente artefactos muy rudimentarios: Plato de presión, batería de moto y una carga de explosivos (peróxidos, ureas o nitratos)... Además buscan matar a los desactivadores de bombas (tal fue el caso del sargento David Fernández Ureña, quien perdió la vida al explosionar una bomba trampa que intentaba desactivar).


En el laboratorio químico del CID, los alumnos preparan y manipulan ex-o terrorista y les enseñan sus capacidades y riesgos. “Les damos una primera parte teórica y luego ellos, bajo nuestra supervisión, trabajan con el material aquí y en el campo. Les ponemos toda clase de supuestos para que estén muy bien preparados -señala el encargado del laboratorio, subteniente Fernando Díez-. Estamos hablando de un tema muy complicado, donde no suele haber segundas oportunidades”.

En este laboratorio trabajan con pequeñas cantidades de explosivos para que, en el supuesto de que haya un accidente, las consecuencias sean de poca importancia. Y utilizan muchas medidas de seguridad: pantallas, gafas y campanas de protección, pulseras conectadas a la piel para eliminar la electricidad estática, guantes para ácidos… Y disponen de un almacén donde guardan los productos peligrosos con zona de aspiración para que no se concentren emanaciones tóxicas.


Sin embargo, todas las medidas de seguridad no impiden que se produzcan accidentes cuando se trata de manipular artefactos explosivos. Hace algo más de tres años, en el Centro murieron cinco especialistas y otros tres resultaron heridos durante un ejercicio de desactivación de minas anticarro. También en Mayo del pasado año, tres suboficiales de la Brigada de La Legión fallecieron en Viator (Almería) a consecuencia de una explosión en los locales de la Sección de Desactivación de Explosivos de la Bandera de Zapadores. Los ocho tenían una dilatada experiencia en el manejo de explosivos: “La estadística es muy dura -señala el coronel de ingenieros Rafael Jiménez-. De cada 1.000 minas que se retiran se produce un suceso grave y cada mes se registran un promedio de dos accidentes graves relacionados con el almacenamiento o manipulación de municiones y explosivos en polvorines. Cuanto más se conozca sobre ellos, mejor, pero la seguridad total no va a existir nunca”.


El responsable del CID afirma que, en ocasiones, se producen paradojas, como en un reciente accidente que tuvo lugar en Madrid: Al abrir un bidón vacío, que había contenido disolvente, y utilizar una sierra radial, se produjo una chispa. “La concentración de aire era la justa para que, en lugar de arder se produjera una deflagración instantánea”, comenta. En este caso, el bidón era más peligroso vacío que lleno. Por otra parte, hay muchas sustancias que sin ser peligrosas pueden convertirse en explosivos. “Si pulverizamos cola-cao con un spray en una habitación y encendemos una chispa… Eso produce una deflagración suficiente para quemarnos e incluso matarnos”, añade.

En operaciones pasa lo mismo. “En el 100 por 100 de los casos tenemos que tomar decisiones extremas en momentos de incertidumbre. Vemos un artefacto y debemos saber cómo funciona. Le podemos hacer una radiografía, moverlo a distancia, en definitiva, correr un riesgo controlado para obtener información. O si es una situación de emergencia, intentamos destruirlo. Pero la posibilidad de accidente existe. Sólo queda prepararse lo máximo posible, leyendo informes, viendo casos reales y practicando mucho para estar un paso por delante de la amenaza”. El coronel Jiménez considera que el centro debería contar con un aula de campo potente de IED, similar a la que tiene para desactivación de minas: “Nos permitiría simular de forma real un ataque con IED, una ruta peligrosa, la búsqueda de un zulo, acordonar una zona y hacer limpieza”.


DESMINAR Y DESACTIVAR.
El Centro Internacional de Desminado dispone de una sala de prácticas -Sala Bonel- con dos áreas diferenciadas: El desminado humanitario y la desactivación de artefactos improvisados y municiones. En la primera están los equipos necesarios para llevar a cabo dicha tarea, como material de desbrozado, bastones de sondeo, trajes y zapatos de protección. “Los que más se usan son los Check Mate o zapatones”, explica el sargento primero Óscar Merino: Tienen cinco cámaras de aire que no se hinchan a tope para que cuando ejercen presión sobre el terreno, en el caso de que hubiera una espoleta de una mina, ésta no se active. También cuentan con las spider que sí producen la detonación de la mina pero la distancia que existe entre el artefacto y el pie es lo suficientemente grande para evitar perder la extremidad. Tienen forma de V para que la detonación se desvíe hacia a los lados. “Evaluamos el distinto material que luego el Ejército adquiere para nuestras unidades”, añade.

 
De todas formas -explica el sargento primero Merino- intentamos hacer nuestro trabajo a distancia. Si podemos utilizamos nuestro robot (el CID cuenta con cinco Teodor) o nuestro material de remoción a distancia. Lo último es el acercamiento próximo”. Si tuvieran que hacerlo, disponen con trajes de protección. “Son muy pesados, más de 30 kilos, y disponen de sistema de refrigeración, luces y transmisiones”, añade el sargento primero.

MARCAJE UTILIZADO EN LA ZONA DE TRABAJO (estacas)


INICIO DIARIO LIMPIEZA



MARCA ZONA SEGURA



MARCA ZONA PELIGROSA



MINA CONTRA-PERSONAL DESTRIUIDA



MINA CONTRA-CARRO DESTRUIDA



UXO DESTRUIDO



En el CID también hacen prácticas de neutralización de explosivos. “Porque si encontramos una munición que hay que desactivar cerca de una casa, no podemos llegar y volarla; causaríamos más daño que el propio artefacto”, señala el sargento primero Merino. En este supuesto tratan de abrir las municiones con cargas explosivas, conseguir que se queme el explosivo, quitar la espoleta y que quede el vaso entero. “Es muy difícil, no siempre se acierta, porque cada explosivo es un mundo”, puntualiza el sargento primero.

INVESTIGACIÓN.
En el Centro Internacional de Desminado, además de formación, también llevan a cabo proyectos de investigación: “Uno que funcionó muy bien fue el brazo robot, que complementa a otros tipos de robot. Hicimos un desarrollo muy rápido y barato, y ahora tenemos tres prototipos que están en pruebas para su validación”, explica el coronel Jiménez.

Actualmente, están trabajando con la Universidad de Zaragoza para desarrollar un detector de explosivos utilizando nanotecnología. Aún está en la fase de laboratorio pero ya tiene nombre: sensor o nariz electrónica. También en el diseño de una pala para limpiar el acceso a una mina de manera segura. “La diferencia con una pala de excavación, que siempre trabaja de arriba abajo, es que ésta lo hace en horizontal, como si fuera una hoz, para que nunca se golpee la mina”, explica el coronel Jiménez. Y tienen en proyecto una pértiga para mover objetos a distancia.

En el centro también adaptan productos que ya existen a sus necesidades. Como el equipo de señalización. “El operador necesita llevar encima todo lo necesario para marcar sobre el suelo. Por eso tiene que ser, además de visible, muy pequeño[3], explica el coronel.

El CID colabora habitualmente con la Escuela NBQ -los técnicos de los dos centros aprenden algo de ambas especialidades- y con el Centro de Excelencia contra Artefactos Explosivos Improvisados de la OTAN, el cual no está incluido dentro de la cadena de mando nacional, pero cuya misión tiene mucho que ver con la del CID. Con ambos comparten las instalaciones de la Academia de Ingenieros. Así mismo, trabaja con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, en ocasiones, le solicita ayuda para localizar explosivos, le preguntan por municiones que no conocen o le piden material para identificar municiones y hacer prácticas.

No todos aprueban al final del trayecto. Y es que el lema de la Academia lo dice todo: NUNC MINERVA, POSTEA PALAS (“Primero la sabiduría, después la guerra”).


En el terreno, las operaciones han puesto de manifiesto la importancia de las unidades EOD en la lucha contra IED (C-IED), colaborando especialmente en las actividades de detección, neutralización, negación y explotación, siendo los principales responsables de la neutralización de minas, municiones o artefactos no explosionados: “Experiencia y conocimiento son las bases para luchar contra los IEDs. Hay que intentar adelantarse a la jugada de los terroristas, preparándose y practicando. Para llevar a cabo nuestro trabajo es necesaria mucha preparación, la suerte no es un factor. Practicamos y estudiamos las técnicas, tácticas y procedimientos en países como Afganistán, Irak, Líbano o Mali para así intentar ir un poquito por delante de los terroristas, siempre en base a nuestros conocimientos. Esto es vocación, no somos nada especial pero tenemos claro que trabajamos con explosivos y que si fallamos, se acabó. No es cuestión de sangre fría, sino de preparación, de hacer todo en base a un protocolo. Hacer las cosas bien sin margen de error” (Brigada Francisco Baena, perteneciente al GEDE[4]).

Lejos de la imagen ofrecida por el cine de Hollywood, que popularizó esta especialidad militar con la oscarizada “En Tierra Hostil”, los operadores EOD no buscan el cable final para cortar ni tiran de cables para levantar varias bombas conectadas entre sí (la denominada “Carga del Rosario”): “Los protocolos de seguridad están claros. Si primero se puede neutralizar el explosivo en la distancia o con el robot se hace, en el menor tiempo posible y teniendo en cuenta la barrera o escudo protector (traje EOD9, por ejemplo). La aproximación es siempre el último recurso”, explica el sargento primero José Antonio Ortiz, con experiencia en tres misiones internacionales.


Pero no sólo se trata de desactivar la mina. Los especialistas también han de tener conocimientos para superar diversas situaciones, tales como:
I.- Evacuación de un herido en campo minado y primeros auxilios, aplicando el procedimiento de reanimación cardiopulmonar in situ.
II.- Petición y coordinación de una EVASAN (evacuación médica).
III.- Marcaje e identificación de señal positiva del detector de metales en el terreno.
IV.- Cómo efectuar el proceso de excavación para desenterrar una mina.
V.- Cómo hacer un corte adecuado de vegetación.
VI.- Conocimiento perfecto del sistema de señalización en la zona de trabajo.

Zapadores Desminadores, desactivadores de explosivos… Personas de un temple y una pasta especial. Sin duda alguna, se puede afirmar que los MCT (Mine Clearance Team) son “ESPECIALES”.

El programa citado al inicio de este artículo (“La Segunda Oportunidad”) comenzaba la frase "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". En el caso del CID, sus instructores se ocupan de que ese tropiezo no suceda ni siquiera una primera vez… Pues saben que no habrá opción a un segundo tropiezo: No hay margen de error… Tienen claro que equivocarse no es posible.


Fuego, fuego, fuego...”, grita el operador EOD antes de desactivar una bomba emplazada en una práctica. Se utiliza en este caso un cañón de agua para su desactivación. “PONER LA VIDA DE UNO EN PELIGRO PARA SALVAR LA DE LOS DEMÁS. ESE ES NUESTRO TRABAJO”. Así despide el general de brigada Antonio González García, jefe de la Academia de Ingenieros, a unos militares recién licenciados en uno de los cursos impartidos en Hoyo de Manzanares.
  



IN MEMORIAM

Sargento 1º de Infantería de Marina Víctor Manuel Zamora Letelier.

Cabo 1º de Infantería de Marina Javier Muñoz Gómez.
Sargento 1º Sergio Valdepeñas Martín Buitrago.
Sargento del ET Mario Hernández Mateo.
Cabo Miguel Ángel Díaz Ruiz.                                                                                Febrero, 2011.

Sargento David Fernández Ureña                                                                            Enero, 2013.

Brigada de Ingenieros Manuel Velasco Román.
Brigada de Ingenieros Antonio Navarro García.
Sargento de Ingenieros José Francisco Prieto González.                                                                         Mayo, 2013.





[1] En una de las vitrinas de la entrada del Centro Internacional de Desminado de la Academia se observan algunos de los “trofeos” desactivados por los militares españoles en misiones en los Balcanes, Afganistán o Líbano: Una roca trampa de cartón piedra, minas contracarro TC-6 italianas, una mina contrapersonal de salto Valmara-69 italiana u otra iraní YM-1 son de las más utilizadas en los conflictos modernos; también hay chinas... y las malditas bombas lapa de ETA.
[2] Actualmente, se está utilizando en Zona de Operaciones el detector magnético VMH3-CS, muy fiable.
[3] Elena Tarilonte y Hélène Gicquel: “¡Peligro, Minas!”. “Revista Española de Defensa” No 303 (Febrero de 2014).
[4] Verónica Sánchez Moreno: “Infantes de Marina Sin Margen de Error” (Observatorio CISDE, 8 de Abril de 2.013). El Grupo de Equipos de Desactivación de Explosivos (GEDE) de Infantería de Marina fue creado en 2.008 y encuadrado en la Compañía de Zapadores del Grupo de Movilidad Anfibia (GRUMA) del Tercio de Armada. El GEDE de la Brigada de Infantería de Marina está formado por dos Equipos de Desactivación de Explosivos (EDE´s) y se compone de un oficial EOD, jefe de grupo, suboficiales jefes de equipo y operadores EOD y personal de tropa especialista EOR (Explosive Ordnance Reconnaissance o Reconocimiento de municiones y artefactos explosivos improvisados o de circunstancias): “En el año 2.000 se instala en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares el Centro Internacional de Desminado y sus cursos se tienen que adecuar a los Acuerdos de Normalización (STANAG). Nosotros hicimos estos cursos EOD y se vio la necesidad de crear un equipo de desactivación encuadrado en la BRIMAR que apoyase a la Infantería de Marina como fuerza expedicionaria”. Para poder ejercer el mando del GEDE, un oficial debe tener el curso de EOD, así como amplia formación complementaria. Los suboficiales realizan el curso de Operador EOD y la especialidad de Zapador de Infantería de Marina. Asimismo, pueden cursar también la Especialidad de NBQ y realizar el Curso de Técnico Especialista en Búsqueda y Localización de Artefactos Explosivos (TEBYL). Por otro lado, el personal de tropa realiza el curso de Especialista EOR, la aptitud de Zapador y la aptitud NBQ de Infantería de Marina. Todos estos cursos, menos el de TEBYL que se realiza en la Academia de la Guardia Civil de Valdemoro, se imparten en la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra, el Centro Internacional de Desminado (CID) y el Centro de Excelencia de la OTAN Contra Artefactos Explosivos Improvisados (COE C-IED), de Hoyo de Manzanares. Estas unidades deben proporcionar capacidades operativas de desactivación mediante la resolución de un incidente EOD que afecte a la movilidad de las unidades y ponga en peligro el funcionamiento de los centros, organismos y bases logísticas, desorganice las comunicaciones, degrade la moral o paralice los complejos industriales, puertos, vías navegables, bases aéreas o núcleos urbanos. Así pues, el objeto de la desactivación es anular todo peligro que pudiese producir cualquier munición no controlada o un IED en la cadena logística. Pero no sólo eso, en España la capacitación EOD incluye la desactivación de municiones convencionales (CMD), la desactivación de artefactos explosivos improvisados (IED), la desactivación de municiones y artefactos explosivos improvisados bien sean biológicos, químicos o radiológicos, y el reconocimiento de municiones y artefactos explosivos improvisados (EOR). El personal EOD está capacitado para realizar una labor preventiva, es decir, acciones encaminadas a prevenir los riesgos derivados de la existencia de artefactos explosivos improvisados y de municiones. Así como para llevar a cabo el proceso de desactivación, para la eliminación de municiones y de artefactos explosivos improvisados, junto con el análisis de efectos o estudio, con fines periciales y de inteligencia, de los resultados y restos de las explosiones producidas por municiones o artefactos explosivos improvisados. “También nos encargamos de la limpieza de los campos de maniobras, se destruye la munición dañada o sin explosionar, ya que no puede volver a la cadena de suministros”.

sábado, 15 de febrero de 2014

LIBIA: MISIÓN CUMPLIDA


Nuestra misión no es comenzar guerras sino acabarlas.” (Tony Scott: “Crimson Tide”, 1995).
 
Alm. Juan de Borbón
Los libios estallaban de júbilo aquel 23 de Octubre de 2011: Era una jornada histórica que ponía fin a ocho meses de guerra y a un régimen que había oprimido al país durante 42 años. En una ceremonia multitudinaria en Bengasi, el Consejo Nacional de Transición proclamaba ese día la “liberación total de la tierra de Libia” tras la muerte del dictador Muamar el Gadafi en Sirte. La amenaza que pesaba sobre la población civil había desaparecido y las nuevas autoridades del país controlaban ya la totalidad de su territorio. Cumplidos estos objetivos, el Consejo de Seguridad de la ONU dio por finalizada la misión de la OTAN, que anunciaba el repliegue de todos sus efectivos antes del 31 de Octubre.

Ahora, tras dos años de “paz”, desde este Foro creemos que es momento oportuno de mirar atrás y narrar la historia de la intervención española en este conflicto.



Los acontecimientos se desataron a partir del 15 de Febrero de 2011, con una manifestación de protesta en Bengasi que fue fuertemente reprimida por las autoridades. La situación se agravó ocasionando miles de desplazados a Túnez y Egipto. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas emitió el 26 de Febrero la Resolución 1970 por la que se exigía el fin inmediato de la violencia y se decidía, entre otras medidas, el establecimiento de un embargo de armas a Libia. La Unión Europea preparó planes de intervención para reforzar la evacuación de civiles a terceros países y transportar ayuda humanitaria. La OTAN, por su parte, acordaba el envío de unidades navales hacia aguas libias para hacer cumplir el embargo de armas decretado por la ONU. Posteriormente, el 17 de Marzo, el Consejo de Seguridad aprobó una segunda resolución, la 1.973/2011, que autorizaba a los estados miembros a tomar las medidas necesarias para la protección de la vida de los civiles en la crisis de Libia, el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Libia y a la imposición de un embargo de armas en aguas internacionales. Una coalición internacional de países de la Unión Europea, de la Liga Árabe y de Norteamérica[1] decidió apoyar inmediatamente a la ONU en la aplicación de esta resolución. En España, el Consejo de Ministros acordaba el 18 de Marzo la participación de las Fuerzas Armadas en la resolución de la crisis libia. También se autorizó el uso de las bases de Morón y Rota por las fuerzas aliadas. Al día siguiente, se celebraba en París una cumbre de alto nivel. En ella participaron el Secretario General de Naciones Unidas, presidentes y representantes de diversos países europeos y árabes, así como de Estados Unidos y delegados de la UE y de la Liga Árabe. En dicha reunión se acordó tomar todas las medidas necesarias, INCLUYENDO LAS MILITARES, para proteger a los civiles libios. Ese mismo día, 19 de Marzo, una veintena de aviones de combate franceses destruían varios carros de combate y vehículos blindados de las tropas del régimen libio en los alrededores de Bengasi. Poco después, buques estadounidenses y del Reino Unido lanzaban un centenar de misiles de crucero Tomahawk contra posiciones de artillería y sistemas de defensa aérea. En menos de 24 horas se había logrado el primer objetivo: Tomar el control e imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia para dar cumplimiento a la Resolución 1.973.


Ese 19 de Marzo, el presidente del Gobierno confirmó que España asumía sus responsabilidades como miembro de la ONU y especificó la participación militar española: Durante la tarde, el Ejército del Aire desplegó cuatro F-18 del Ala 12 y un Boeing 707 del 47 Grupo Mixto de Fuerzas Aéreas a la Base Aérea de Decimomannu (Deci), en la isla de Cerdeña, para participar en la operación de imposición de una zona de exclusión aérea. Casi simultáneamente, el submarino S-74 “Tramontana” quedaba alistado en la base de Cartagena “a la espera de recibir las instrucciones necesarias para salir a zona de operaciones”, aseguraba el Tte.General Domínguez Buj, quien añadía que “es de destacar el alto nivel de estos medios aéreos y navales, así como la rapidez con la que las Fuerzas Armadas han respondido una vez más a una misión encomendada por el Gobierno, lo que muestra el alto grado de preparación y disponibilidad de nuestros Ejércitos para hacer frente a situaciones de crisis o amenazas”. Y la orden no se hizo esperar: El sumergible zarpaba a las 8 de la mañana del 21 de Marzo (el submarino tuvo que salir de su base antes de que la OTAN aprobara la misión naval porque su tiempo de navegación era más largo que el de los buques de superficie). Con una amplia mayoría, el Congreso de los Diputados ratificaba el 22 de Marzo la decisión de la participación de fuerzas españolas en la operación. Poco después, casi a la vez, se unirían al despliegue la fragata F-104 “Méndez Núñez” (que se iba a “preposicionar en Rota” para, cuando lo indicase la Alianza, zarpar hacia la ZO) y el avión de patrulla marítima CN-235. En total, participaban 500 militares españoles, entre dotaciones, personal de apoyo y los representantes en Cuarteles Generales de la Alianza Atlántica…


A pesar de que durante la primera semana el esfuerzo de esta coalición se coordinó desde el Cuartel General del Mando de África de los Estados Unidos (AFRICOM) desde su Base en Ramstein, Alemania, y recibió el nombre de "Odyssey Dawn"[2], cuando la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) asumió el control de las operaciones se denominó "Unified Protector, No Fly Zone", y bajo la responsabilidad del Mando Componente Aéreo de Izmir, Turquía, se controló y dirigió desde el JFAC-AOC (Centro de Operaciones Aéreas del Mando Componente Aéreo de las Fuerzas Conjuntas), entidad de control que se instaló al lado del CAOC 5 (Centro de Operaciones Aéreas Combinadas), en Poggio Renatico, Italia. Este destacamento recibía la denominación de ARGOS[3].


El 23 de Marzo se desplegaba en la misma Base Aérea un CN-235 VIGMA del Ala 48 para participar en las operaciones de apoyo al embargo de armas contra Libia denominada "Unified Protector, Embargo". Este destacamento independiente del anterior, ha recibido el nombre de VIGMA, y depende del Mando Componente Naval de la OTAN en Nápoles. Por su parte, el 121 Escuadrón del Ala 12, con base en Torrejón de Ardoz, desplegó con 4 aviones F-18 que realizaban misiones de patrulla aérea de combate sobre Libia para impedir que aeronaves no autorizadas utilizaran el espacio aéreo prohibido, a la vez que se garantizaba la libertad de movimiento de las que sí estaban autorizadas. Por su parte los aviones de reabastecimiento en vuelo se encargan de proporcionar combustible en vuelo a los cazas de la coalición.

Paralelamente, el CN-235 VIGMA, en apoyo a y de acuerdo a las órdenes recibidas del Mando Componente Naval, realizó patrullas de vigilancia, detección e identificación de barcos que pretendan violar el embargo establecido. Estas misiones se hicieron con un alto nivel de coordinación con las unidades navales establecidas en la zona, y también se caracterizaron por ser misiones de bastantes horas de vuelo.


Tras la autorización del Parlamento para extender dos meses más la participación de España en la operación "No Fly Zone" el 20 de Abril de 2011, el Ejército del Aire reforzó su participación con el envío un avión C-130 Hércules del Ala 31 para reforzar la participación española en la misión de reabastecimiento en vuelo de los aviones aliados. El avión desplegó el mismo día 20 de abril (miércoles de Semana Santa) y realizó su primera misión el 23 de abril.

El día 8 de Mayo se alcanzaban las primeras 500 horas de vuelo de los aviones F-18 españoles en cumplimiento de las misiones para implementar una zona de exclusión aérea sobre Libia, realizándose hasta ese momento un total de 122 salidas en misiones de patrulla aérea asignadas por la Alianza. En la segunda semana del este mes se produjo el relevo del 121 Escuadrón del Ala 12, haciéndose cargo de la misión el 122 Escuadrón. Y el 22 se cumplían las primeras 1.000 horas de vuelo por parte de los aviones que forman parte de la Agrupación Aérea Táctica (AAT) ARGOS, llevando completadas más de 140 misiones en beneficio de la coalición.


Los primeros días de Junio trajeron el relevo de unidades del destacamento VIGMA, cediendo el testigo el Ala 48 de Cuatro Vientos al Ala 49 de Palma de Mallorca. Y a principios de Julio le llegó la hora del relevo al Ala 12, cuando fue sustituida en el destacamento ARGOS por el Ala 15, haciéndose cargo el 152 Escuadrón de las operaciones de vigilancia de la “No Fly Zone”. Los F-18 del Ala 15 utilizaron por primera vez en una operación internacional el enlace de datos Link-16 y han trabajado en red con las entidades de control desplegadas en el teatro. Así mismo, la suite de guerra electrónica SPAI-900 con que iban equipados ha recibido su bautismo operativo. El ciclo de relevos del CN-235 llevó de nuevo al Ala 48 a Deci en la segunda semana de Agosto, relevando al Ala 49, a la vez que el 151 Escuadrón relevó al 152 en las responsabilidades de ARGOS; mientras tanto se continúan acumulando horas de vuelo y misiones cumplidas.

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Desde que la Alianza Atlántica se hiciera cargo de la operación “UNIFIED PROTECTOR” en Marzo de 2011, una media de 8.000 militares aliados, 200 aviones y 20 buques estuvieron desplegados con el objetivo de poner fin a la violencia y garantizar la protección de civiles, de acuerdo con las resoluciones de la ONU. De todas las misiones de la OTAN, un 30% se dirigieron a neutralizar objetivos terrestres. El resto –el 70%- sirvió para establecer y mantener la zona de exclusión aérea y el embargo naval de armas y de mercenarios decretado por las Naciones Unidas: “La contribución de España ha sido muy relevante en estos cometidos -señalaba en su momento la ex ministra de Defensa Carmen Chacón, haciendo balance de la operación-. España ha vuelto a demostrar su compromiso con la estabilidad de mundo, así como su responsabilidad y solidaridad con nuestros aliados”. El 2 de Noviembre, la ministra recibía en la base naval de Rota (Cádiz) a los 235 tripulantes de la fragata “Álvaro de Bazán” que regresaban después de patrullar el Mediterráneo para garantizar el cumplimiento del embargo de armas. Para entonces, ya habían retornado los 60 militares del Ejército del Aire que habían mantenido operativos dos aviones de reabastecimiento –un Boeing 707 y un KC 130 Hércules- y un avión de vigilancia marítima CN 235 VIGMA (efectivos que habían estado desplegados, como se ha indicado anteriormente, en Decimomannu). Ya antes, el 18 de Octubre, la responsable del MINISDEF había asistido en la base aérea de Zaragoza al regreso del destacamento de los F-18 que se habían desplegado en la misma base sarda integrados en la misión de mantenimiento de la zona de exclusión aérea. El repliegue de los aviones de combate se acordó previamente con el resto de los aliados una vez que el Consejo Nacional de Transición de Libia declaró el control de la mayor parte de su territorio, “lo que ha permitido la reapertura de diversos aeropuertos y un aumento sustancial de los vuelos civiles”, explicaba la titular de Defensa. En esas fechas ya se encontraba en España el submarino “Tramontana”, que había participado en la misión de control del embargo de armas vigilando las aguas y los puertos libios.


Los más de 1.200 militares que habían participado en esta misión “han desempeñado un papel decisivo, desde el aire y desde el mar -señalaba la ministra al recibir en Rota a la tripulación de la “Álvaro de Bazán”-. Vuestra profesionalidad, compromiso y entrega se reconoce fuera y dentro de nuestras fronteras”. El buque había zarpado de El Ferrol el 29 de Septiembre, siendo el tercero de la clase F-100 que se integraba en la operación, pues también habían participado la “Méndez Núñez” y la “Almirante Juan de Borbón”. Su misión había consistido en hacer cumplir el embargo marítimo sobre los puertos libios y detener a los barcos sospechosos de transportar armamento o mercenarios. La Agrupación Naval, formada por una veintena de navíos de los países aliados, comenzó a patrullar el Mediterráneo central el 31 de Marzo. Desde entonces, un total de 3.120 barcos fueron controlados y 296 abordados para registro. De estos últimos, 11 tuvieron que ser conducidos a puerto para realizar una inspección más detallada. Una quinta parte de todas las inspecciones en la mar fueron efectuadas por las fragatas españolas.


Los buques de la Alianza intervinieron también en ACCIONES HUMANITARIAS: Una de las más destacadas la protagonizó la dotación de la fragata “Almirante Juan de Borbón” en Julio, cuando salvaban la vida a 114 personas que se encontraban a la deriva, sin agua ni comida, en un barco con el motor averiado. La fragata española les proporcionó atención médica, cobijo y alimentos. Además, cinco personas que requerían tratamiento médico especializado fueron transportadas en helicóptero a tierra firme. Anteriormente, la fragata “Méndez Núñez”, que participó en la misión entre Abril y Junio[4], había detectado e identificado varias embarcaciones tipo patera que transportaban inmigrantes en dirección a la costa italiana. En todos los casos, la dotación española alertó a los guardacostas italianos y permaneció custodiándolos hasta la llegada de los servicios de asistencia.

En la misión de embargo también participaron submarinos y aviones de patrulla marítima. El “Tramontana” y el “Mistral[5] eran los dos sumergibles españoles que se habían estado relevando en las tareas de vigilancia del tráfico mercante en las costas y puertos libios. Por su parte, el CN-235 VIGMA desplegado en la base de Decimomannu se había ocupado –junto a otros aviones aliados- de localizar desde el aire barcos que pudieran suponer una ruptura del embargo impuesto por la ONU, misiones en las que superó las 700 horas de vuelo.


Por su parte, los 62 hombres y mujeres que formaron parte del Destacamento “ARGOS”, dedicado a mantener la zona de exclusión aérea, llegaron el 29 de Octubre a la base de Zaragoza procedentes de Cerdeña a bordo de un B-707 del Ejército del Aire. A pie de pista les recibió la ministra: “Vuestro trabajo ha sido clave para salvar la vida de miles de inocentes. Cada día de estos meses de misión, cada hora de vuestras 1.500 horas de vuelo, cada minuto que habéis estado lejos de vuestras familias, ha evitado que Gadafi sembrara el terror desde el cielo y pudiera masacrar a su propio pueblo”. Con ellos también se retiraban los representantes del MACOM y de las unidades españoles en el JFAC-AOC, en Poggio Renatico, y el personal del Ejército del Aire que había aumentado las capacidades del Mando Componente Aéreo.


Los F-18 están autorizados para abrir fuego”, reconocía en Abril el comandante jefe del Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa, Teniente General Jaime Domínguez Buj, precisando que “ya se encuentran integrados en el dispositivo aliado de la coalición, en disposición de actuar en cualquier momento. Serán empleados cuando el comandante decida”. La situación de la crisis fue decayendo a lo largo del mes de septiembre, de tal modo que el Gobierno Español consideró conveniente retirar los F-18 del destacamento ARGOS. De esta forma el 16 de Octubre de 2011 despegó de Deci el último F-18 destacado en ARGOS. Dos días más tarde, coincidiendo con el repliegue de todo el personal del Ala 15, la Ministra de Defensa recibió en un sencillo acto en la Base Aérea de Zaragoza al personal que llegaba tras el éxito de la misión cumplida. Las tripulaciones de los cuatro F-18, pertenecientes al Ala 12 de Torrejón de Ardoz y al Ala 15 de Zaragoza, habían realizado un total de 397 salidas en misiones de patrulla aérea de combate para hacer cumplir las restricciones de la zona de exclusión aérea, así como para proteger a otros aviones de la Alianza de posibles ataques de aeronaves hostiles. Pero esto no significaba que Argos desapareciera de momento. De hecho, el destacamento quedó reducido a los dos aviones de reabastecimiento, el Boeing 707 del 47 Grupo y el C-130 Hércules del Ala 31, que continuaron realizando su misión de reabastecer en vuelo a los aviones de la coalición desde Deci.


Y el 22 de Marzo, nuestros cazas entraban de lleno en la acción, cundo dos de ellos sobrevolaban Libia por primera vez: “Los F-18 realizaron con normalidad su primera patrulla aérea, regresando sin novedad”, informaba la ministra de Defensa, añadiendo 1ue “todos los medios que España pone a disposición cumplirán con todos aquellos cometidos que les ordenen”.

Una misión estándar de los F-18 sobre Libia consistía en que una pareja de aviones despegaban de Deci, y tras una larga travesía procedían a la zona de operaciones. Antes de entrar se establecía contacto con la autoridad de control, generalmente un avión de alerta temprana AWACS, y se procedía a la zona de reabastecimiento en vuelo, donde llenaban sus depósitos de combustible de nuevo para tener la máxima autonomía. Finalizado el reabastecimiento se dirigían a la zona de patrulla asignada, donde vigilaban con sus sensores el cumplimiento de la prohibición de volar, y si fuese necesario intervendrían para que así se cumpliera. En función de la lejanía de la zona asignada o de la penetración en territorio libio se realizaban otros reabastecimientos en vuelo antes de cumplir el tiempo asignado en zona. Como norma general cada misión incluía de esta forma tres reabastecimientos en vuelo. Una vez terminada la ventana asignada, se salía de la zona de operaciones. El regreso a Deci se realizaba de nuevo con los servicios de control de tránsito aéreo normales, aterrizando cuatro horas después del despegue en el mejor de los casos. Mientras tanto, para los aviones de reabastecimiento la ruta fue la misma, con la diferencia que ellos no pasaban más allá de la zona de reabastecimiento asignada, y el inconveniente de que estuvieron por lo general muchas más horas en la zona, donde fueron recibiendo a los aviones de la coalición según el planeamiento acordado, o las acciones de contingencia que se establecieron en casa caso. La cantidad de combustible disponible y el número de receptores previsto marcó por lo general la duración de estas misiones, que alcanzaron con frecuencia las ocho horas de vuelo.

Los mandos del destacamento español explicaron en su momento a la ministra que los medios y capacidades con los que contaban los aviones les habían permitido llevar a cabo sus cometidos “sin ninguna incidencia” e integrarse totalmente con las fuerzas aéreas de otros países. En las misiones de los cazas aliados había sido crucial el apoyo de aviones para reabastecimiento de combustible en vuelo. España aportó dos de estos aviones, los cuales operaron también desde Decimomannu, integrados en la Agrupación “Argos”. Al Boeing 707 del Ejército del Aire desplegado desde el inicio de la misión se le unió el 20 de Abril un cisterna KC-130. En el momento de su repliegue, estos aparatos habían contabilizado 250 salidas en misiones de reabastecimiento.

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Diez días después de la intervención internacional, los cazas aliados habían cambiado el curso de la guerra. Los rebeldes pasaban al contraataque y lograban recuperar ciudades claves en su avance contra Gadafi. La zona de exclusión aérea, hasta entonces bajo control de los Estados Unidos, pasaba a manos del Cuartel General de la OTAN en Nápoles, que ya venía dirigiendo las operaciones de embargo naval. De esta forma, la OTAN asumía la dirección de todas las operaciones en Libia bajo la denominación Unified Protector. El apoyo militar de la Alianza sería decisivo para el desenlace del conflicto. Los rebeldes pronto recuperaron algunas poblaciones del litoral, pero aún tardarían varias semanas en hacerse con el control de Ajdabiya y Misrata, ciudades claves en su avance hacia Trípoli. Después de un período de estancamiento en los combates, a finales de Agosto los rebeldes tomaban el control de la capital. El Consejo Nacional de Transición, reconocido oficialmente por la ONU como gobierno legítimo de Libia, trasladó su sede a Trípoli.

Los últimos reductos gadafistas se refugiaron en Bani Walid y Sirte, la ciudad natal del dictador donde, finalmente, sería capturado y linchado el 20 de Octubre. Su muerte y la caída de esta ciudad significaron el fin de las hostilidades. Tras el repliegue de las fuerzas de la OTAN, “España, junto con la comunidad internacional,  seguirá apoyando a Libia en este difícil camino hacia la democracia. Pero ésta ya no es labor militar, sino de la diplomacia y la cooperación”.

Según sus propias estimaciones iniciales, la misión libia iba a costar al Gobierno socialista 25 millones de euros (únicamente el despliegue aéreo ya se presupuestó en 10 millones –se previó una duración de un mes- y el naval en 5 millones mensuales –se calculó que duraría tres meses-). En Junio, esta cifra ya había ascendido a 43 millones (y 14,4 millones de € iba a costar cada mes de prórroga)…


Y –si nos lo permiten-una última pregunta, para que el lector reflexione: ¿POR QUÉ EN LIBIA SÍ SE INTERVINO Y EN SIRIA NO SE ESTÁ INTERVINIENDO, TRAS PRÁCTICAMENTE 3 AÑOS DE CARNICERÍA?

Ahí queda la cuestión.


Se trata del inicio de una nueva época en la que el futuro sólo podrá ser decidido por el pueblo libio” (Trinidad Jiménez, ministra española de Relaciones Exteriores)



[1] La coalición inicial formada por Bélgica, Canadá, Qatar, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Noruega y Reino Unido se amplió posteriormente hasta llegar a 16 países, uniéndose Grecia, los Emiratos Árabes Unidos, los Países Bajos, Rumanía, Suecia y Turquía.
[2] La intervención militar recibió distintos nombres en clave según el país: “Odyssey Dawn” (Estados Unidos), Operación “Harmattan” (Francia), Operación “ELLAMY” (Reino Unido), Operación “MOBILE” (Canadá). El nombre estadounidense también fue asumido por las Fuerzas Armadas de Italia, Dinamarca, Noruega y Bélgica (donde también recibió la denominación Operación “Freedom Falcon”). Por su parte, la OTAN usó el nombre Operación “Protector Unificado” cuando tomó el mando del embargo de armas y lo mantuvo cuando asumió el control de todas las operaciones.
[3] Desde la constitución del destacamento ARGOS personal del Grupo Móvil de Control Aéreo (GRUMOCA), con base en Tablada (Sevilla) formaría parte del destacamento, encargándose de establecer y mantener las comunicaciones del destacamento con el territorio nacional. También ha formado parte del destacamento de forma permanente un oficial del Cuerpo de Intendencia. Por otra parte, tanto las unidades destacadas como el Mando Aéreo de Combate (MACOM), han mantenido representantes en los organismos competentes del CAOC 5. Así mismo, oficiales provenientes de distintos centros y organismos del Ejército del Aire han sido temporalmente destacados a la organización del Mando Componente Aéreo encargado de liderar la operación. En la misma organización han trabajado también buena parte de los militares españoles destinados en el Mando Componente Aéreo de la OTAN de Izmir, Turquía.
[4] Que retornó a su base el 29 de Junio, tras 101 días y ser relevada por la “Almirante Juan de Borbón” (F-102). El 29 de Septiembre zarpaba para relevarla desde su base en Ferrol la “Álvaro de Bazán” (F-101) que retornaba la base naval de Rota el 2 de Noviembre.
[5] El submarino “Tramontana” (S-74) fue sustituido a finales de Abril por el submarino de la misma clase “Mistral” (S-73), regresando este último a su base el 30 de junio, sin que fuera sustituido por ningún otro buque.