martes, 28 de mayo de 2013

ESPAÑOLES EN EL PACÍFICO: Nunca Tantos Debieron Tanto A Tan Pocos…


El domingo 7 de Diciembre de 1941, la flota japonesa mandada por el almirante Chuiki Nagumo atacó la imponente base naval norteamericana concentrada en Pearl Harbor. Al grito de Banzai –literalmente “Mil años de vida al Emperador”-, cientos de aviones Zero nipones arrasaron la escuadra enemiga. Algunos documentos apuntan a que fueron los estadounidenses quienes pusieron el cebo a los japoneses para que les atacaran, empujándoles a entrar en una guerra en la que deseaban participar. De hecho, en Pearl Harbor no se encontraba ningún portaaviones en aquellos instantes, el tipo de barco que se mostraría decisivo en la contienda. Incluso sin cumplir este objetivo, el golpe recibido fue demoledor para la opinión pública mundial: 2.403 muertos, 1.178 heridos, 18 buques hundidos y 270 aviones destruidos. En cifras totales, una nimiedad para su imponente máquina armamentística.

El ataque no fue sino el resultado previsto entre dos potencias que deseaban expandirse por el Pacífico para ampliar su área de influencia. Inmediatamente, Estados Unidos declara la guerra a un Japón que en pocos días desembarca en Tailandia, Malasia, Filipinas, las islas de Guam, Wake, Java, Sumatra y Borneo, además de declarar la guerra a China apoderándose de Hong Kong. En el bombardeo a esta última ciudad fallecería el español Cesáreo Arana, capitán del barco filipino Arburg.

Pese a ello, la prensa franquista se apresuró en ensalzar las conquistas niponas, además de conminar a la colonia española en la zona para que cooperara con sus aliados del Eje. Penosamente no existe ningún documento que lo acredite, pero historiadores como Salvador de Madariaga siempre defendieron la certeza de que el propio Franco envió telegramas de enhorabuena al almirante Nagumo. No sólo por simpatía ideológica, también por creer que tales victorias repercutirían en la restauración de un Imperio español perdido definitivamente medio siglo antes.

Cierto era que en aquellos años se encontraban amplias colonias de españoles en países como China, Indochina, Filipinas o el propio Japón; pero también lo es que, contra los deseos del dictador español, la mayor parte de estos súbditos se decantó por combatir al lado norteamericano para expulsar a unas tropas que ellos consideraban como invasoras.

Mientras, el general Mac Arthur era nombrado comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Extremo Oriente y entre sus primeros soldados destacó la presencia de hijos de emigrantes españoles, pero ya con nacionalidad norteamericana. Los españoles, propiamente dicho, residentes en Estados Unidos eran 109.400 en 1940, localizados principalmente en el área de Nueva York y de New Jersey. Otro importante núcleo lo formaban pastores vascos y navarros, emigrados al país para ocuparse de los enormes rebaños de ovejas esparcidos por las montañas de Utah y Iowa…

Tras la derrota del bando republicano en la Guerra Civil Española, como sucedió en América, un número considerable de exiliados españoles fueron a las antiguas colonias españolas de Oceanía, en especial Filipinas. Esto les pilló en medio de la contienda entre Japón y Estados Unidos. En un principio, la prensa franquista ensalzó las conquistas japonesas y pidió a los españoles que habitaban allí que ayudasen a los aliados japoneses. Pese a ello, los españoles ayudaron al bando estadounidense, haciendo una guerra de guerrillas a los japoneses. Muchos además eran de origen vasco, y el vascuence o euskara se utilizó en un momento para las claves secretas entre los americanos y los españoles, pero debido a que muy pocos lo entendían, se cambió por el sioux.

La ayuda prestada por los españoles fue de crucial importancia para los americanos: "Sagarra eragin-tza zazpi" (“La Operación Manzana empezará a las siete”). Tras recibir estas palabras en euskara, miles de marines norteamericanos fueron desembarcados en la isla Tulagi y en Gualdacanal (Filipinas). Era la madrugada del 7 de Agosto de 1.942 y bajo un calor húmedo y sofocante comenzaba una de las batallas más sangrientas del Pacífico y que, a la postre, sería fundamental para reestablecer el dominio de Estados Unidos en el mar tras el ataque japonés a Pearl Harbor (medio año antes). Moralmente, era la primera victoria norteamericana tras la humillación del bombardeo nipón en Diciembre del 41. Si bien ya es sabido que varios de los idiomas de los indios fueron empleados para despistar al Ejército del imperio de Hirohito, nada se sabía de que el euskara hubiera sido fundamental en el servicio de espionaje durante la batalla de Guadalcanal.

El catedrático y escritor Daniel Arasa retrata en su libro “Los Españoles en la Guerra del Pacífico” cómo el mexicano hijo de vizcaínos Ernesto Carranza, teniente coronel del Ejército norteamericano, propuso y consiguió que se usara el euskara como idioma para las transmisiones y evitar así que los japoneses, al desconocerlo, pudieran entenderlo ni decodificarlo. Carranza era tenido en cuenta dentro de la inteligencia norteamericana ya que había estado al frente del 10º Regimiento de Transmisiones durante la invasión de Alemania. La idea de emplear el lenguaje paterno surgió en el cuartel de transmisiones de San Francisco, adonde en Mayo de 1.942 llegaron miles de reclutas desde California, Nevada, Idaho, Oregón, Montana y otros estados del Oeste. A este acuartelamiento fueron a parar también alrededor de 60 hijos de vascos que habían emigrado a la floreciente Norteamérica en la mayoría de los casos para trabajar como pastores. Muchos de ellos hablaban mal el castellano, tenían un regular inglés pero un buen euskara. Según Arasa, a Carranza se le ocurrió que, dado su uso minoritario, sería un buen idioma para ser empleado en las transmisiones más relevantes. La propuesta fue aceptada por el alto mando y, junto al euskara, se incorporaron también al servicio de la inteligencia militar varios idiomas indios como el iroqués, el oswego y el shaishai (de Dakota del Norte), además del navajo que, como se ha retratado en la película “The Windtalkers”, ya se empleaba.

Después de varias pruebas se comprobó que los japoneses no entendían los mensajes por lo que se empleó cada idioma un día distinto de la semana con la intención de despistar al enemigo. El reparto que se realizó fue: Lunes, euskara; Martes, oswego, Miércoles, iroqués; Jueves shaishai; Viernes, euskara; Sábado, clave 2x2, Domingo oswego. Primero se empleó para los convoyes de carga que navegaban por el Pacífico evitando a los aviones y submarinos del imperio del sol naciente que tras Pearl Harbor dominaban el mar. Vista su efectividad, se siguió usando para el desembarco en Guadalcanal.

Junto a Carranza participaron otros hijos de vascos como el capitán Nemesio Aguirre y los tenientes Fernández Bacaicoa y Junana. En San Diego (Estados Unidos), las órdenes eran redactadas en inglés pero se traducían al euskara para transmitirlas al jefe de la flota y al resto de almirantes.

La primera orden concreta para el asalto se remitió el 1 de Agosto de 1.942, "Egon arretaz, X egunari" (atención al día X); ese día elegido era el 7 de Agosto. A ésta le siguieron otras como "Gudari-talde asko 100.000" (las tropas japonesas ascienden a 100.000 hombres -cifra que luego se demostró ser muy exagerada-), "lurrepaira idarrepairaindartsuak" (poseen fuertes trincheras y fortificaciones) o "aurreta zuhaitzairi" (atención a las copas de los árboles). Pero el mensaje más relevante se emitió en la madrugada de ese 7 de Agosto: "Sagarra eragintza zazpi" -la operación manzana comenzará a las siete-. A esa hora se había decidido desembarcar sobre el islote Tulagi y sobre Guadalcanal, una isla casi deshabitada donde Estados Unidos quería empezar a recuperar su supremacía…. Al menos, se conoce la existencia de cuatro especialistas en comunicación cifrada vascos que desembarcaran en Guadalcanal (incluso los nombres de dos de ellos: Serafín Ortaola y Miguel Gartzaron), junto a otros camaradas indios.

No obstante, esa ayuda la pagaron cara los españoles. Aparte de soldados, también había muchos misioneros, que sufrieron de una gran persecución por su condición de religiosos. En la isla de Saipán, el gobernador militar llegó a decir "La Iglesia Católica no debe ser algo bueno cuando Hitler en Europa la persigue tanto". Y es que los misioneros instalados en Saipán fueron de los que peor lo pasaron. Fueron aislados en domicilios con escasez de alimentos y medicamentos, y los japoneses los utilizaban de escudos, utilizando los conventos como almacén de municiones, sabiendo que los americanos no los bombardearían. Muchas monjas estuvieron a punto de ser fusiladas, simplemente por encender un fuego para calentarse o por hablar entre ellas, pues los japoneses sospechaban que colaboraban con MacArthur. Ni siquiera la liberación americana era de buena noticia para los misioneros mientras hubiese soldados japoneses cerca. Siete jesuitas desplazados a las islas Carolinas y Marianas fueron asesinados por las tropas niponas cuando se enteraron que Saipán cayó.

En 1.944, con los aliados ya cerca de alzarse con la victoria, el siguiente paso era la conquista de Filipinas, que cortaría a los japoneses el envío de petróleo de Malaca y Sumatra. Tras el desembarco, llegaron a Manila, donde se inició la mayor masacre de todo el frente pacífico. Allí se encontraban 1.700 españoles. Con la ciudad a punto de ser conquistada, los oficiales japoneses ordenaron sacar a cientos de civiles españoles y filipinos para ametrallarlos a sangre fría. Las mayores matanzas fueron en el barrio de Intramuros, donde se intentaron ocultar de en los edificios religiosos. Pero entonces los japoneses prendieron fuego a los edificios con los ocupantes dentro y también lanzaron granadas dentro, para disparar al que saliera a fuera. A otros se les enterró vivos o se les asesinaba sin más. Hubo un caso de una niña de 5 años, Ana María Aguilella, que sobrevivió a 16 bayonetazos. Un informe cifró en 12.700 los civiles masacrados…

Con la masacre de Manila la prensa franquista cambió drásticamente de opinión, hablando de "vesania nipona". Ningún aliado podía hacer algo semejante a ciudadanos españoles. Ahora se les trataba como enemigos acérrimos. Fue ahí cuando se planteó la declaración de guerra a Japón. No había riesgo -ya que la guerra estaba prácticamente acabada- y sería un buen método para quedar bien con los aliados tras la ayuda prestada al Eje. Aunque la idea fue finalmente desechada, el ministro de Asuntos Exteriores, José Félix de Lequerica, entregó al ministro plenipotenciario nipón en Madrid, Yakishiro Suma, una notificación de la ruptura entre ambos países.

Es poco conocido que Franco quiso declarar la guerra a Japón cuando ya se advertía la derrota del Eje en 1945 y que incluso se concibió el envío de una nueva División Azul con tal fin. El episodio refleja el carácter zigzagueante de la diplomacia franquista –que pasó de admirar a Japón a convertirlo en enemigo– y cómo los clichés sobre los "bárbaros orientales" impregnaron la visión española del imperio nipón. "Parece como si fuéramos a declarar la guerra a Japón", espetó el ministro de Exteriores español José Félix de Lequerica al agregado militar británico en Madrid, Windam W. Torr, en una cena informal. Era marzo de 1945, cuando el Tercer Reich vivía sus últimos meses y era obvio que los Aliados ganarían la guerra” (Florentino Rodao: “Guerra a los bárbaros de Oriente”).

No todos los españoles allí confinados eran exiliados. Entre ellos se encontraba Andrés Soriano, fundador de Cervezas San Miguel, hombre más rico de Filipinas y que prestó ayuda al bando rebelde durante la Guerra Civil y héroe del Pacífico, fue además un amigo personal del general MacArthur. Otro destacado personaje fue Leoncio Peña, que perteneció a una escuadra en la que solo quedaron dos supervivientes. Tras luchar en Okinawa, fue trasladado a Estados Unidos, donde recibió la Estrella de Bronce por méritos de guerra, la Medalla del Corazón Púrpura y la del Racimo de Hoja del Roble. Cabe destacar también al inventor, aviador e ingeniero Heraclio Alfaro Fournier (nieto del fabricante de naipes), que proporcionó grandes innovaciones y mejoras en los aviones americanos, se le puede considerar como el pionero en el campo de los motores voladores. También al jesuita Pedro Arrupe, que destinado en una misión de Nagatsuka (cerca de Hiroshima), socorrió junto a otros misioneros a los heridos y ayudar a incinerar a los fallecidos que sufrieron la detonación de la bomba atómica

viernes, 24 de mayo de 2013

En Tierra Hostil: Un TEDAX en BOSNIA


"¿Qué ocurriría si algún día nos sucede algo aquí? Nada, es nuestro trabajo y así lo asumimos. Somos militares profesionales y si el Gobierno decide que tenemos que estar en Bosnia, venimos y cumplimos nuestra misión"[1], así describía su labor el Sargento 1º de la BRIPAC. Jorge Fernández Sánchez, en una de las conversaciones que mantuvo con los enviados especiales de "ABC" durante la visita que Felipe González hizo a la Agrupación "Madrid" en Octubre. El sábado 4 de Diciembre de ese mismo año, resultaría herido de gravedad [2] en una pierna como consecuencia de la explosión de una mina, mientras inspeccionaba la presa de Salakovac junto al capitán de Ingenieros Fernando Álvarez Rodríguez, perteneciente al regimiento de Pontoneros y Especialidades número 12, con base en Zaragoza. El capitán, jefe de la Unidad de Desactivación de Explosivos de la Agrupación -que ya había estado anteriormente en Bosnia junto a la AGT. "Málaga" (renunció a su sustitución, prefiriendo seguir en Bosnia al mando del TEDAX.) [3]-, alcanzado de lleno por la Claymore, fallecería en el acto. Al principio se informó que la había pisado, pero después se indicó que no podía descartarse que la hubiesen activado a distancia: A escasos metros de donde se había despeñado un BMR. tiempo atrás (19 de Junio), el equipo estaba reconociendo la presa para evaluar los desperfectos y se toparon con dos minas a la salida del túnel que daba acceso al puente y otra en la caseta de la presa.

El Comandante de Ingenieros del BiH.-Command ordenó a los TEDAX. españoles que desactivasen una de ellas, una mina casera con espoleta de tracción desconocida hasta entonces. Fue entonces cuando ésta explotó.El capitán Álvarez falleció cuando estaba reconociendo dos minas, una de las cuales, seguramente activada a distancia, estalló. La operación en la que participaba tenía como finalidad garantizar una vía segura para el paso de la ayuda humanitaria y la reconstrucción del puente de Bijela. La explosión hirió también de gravedad al sargento Jorge Fernández Sánchez y precedió a un intenso fuego desde la ladera croata, del que logró salir el convoy, tras recuperar a las dos víctimas del ataque” [4]... Según un comunicado emitido por la base española en Medjugorje, la patrulla reconocía el puente de Bijela y la presa de Salakovac, que regula el cauce del río Neretva y que actualmente se encuentra bajo control del Ejército bosnio. Fuentes UNPROFOR. en Zagreb añadieron que los cascos azules españoles vigilaban el paso de un transbordador militar que portaba ayuda humanitaria. La patrulla había salido a primera hora de la mañana de la base de Medjugorje a requerimiento del Cuartel General de UNPROFOR. en Kiseljak.

Las circunstancias en las que el capitán Fernando Álvarez topó con la mina a las 11:00 A.M., que le alcanzó de lleno, todavía no habían –ni han- sido concretadas. “Cuando la patrulla procedía a recoger a los dos cascos azules se produjeron unos disparos y explosiones provenientes de la línea de confrontación entre tropas croatas y musulmanas, aunque se desconoce el lugar exacto del origen de los disparos cruzados” [5]. En Zaragoza, sus amigos repetían ayer una y otra vez que el capitán Fernando Álvarez Rodríguez, de 33 años, sólo pudo morir víctima de la explosión de una mina-trampa: “Tuvo que ser una trampa. Si no fue una trampa, es imposible que la mina le estallara. Fernando era un experto y además conocía bien la zona” [6]. Uno de sus amigos, también militar, recordaba profundamente apenado -mientras contemplaba una foto recuerdo que se hicieron a bordo del buque “Aragón”, en Enero del 93, cuando navegaban rumbo a Bosnia-, cómo le despidió hace apenas dos semanas cuando el capitán Álvarez volvía por segunda vez [7] al “infierno bosnio”... Corrió la misma mala suerte que un oficial británico hace unos meses... La undécima baja mortal -11 días después de su reincorporación- en trece meses de misión. “El mayor sacrificio que España paga en su acción decidida de asistencia a las víctimas de esta sórdida guerra es la pérdida de sus propios hijos”, fueron las emocionadas palabras de S.M. el Rey al recibir a la Agrupación a la que pertenecía el caído.

Ya de regreso, Julián García Vargas –por su parte-  aprovechó el acto de disolución de la Agrupación para felicitar a los efectivos de la "Madrid" y agradecerles "el trabajo callado y desprendido" que habían desarrollado en Bosnia en favor de la pacificación y la reconciliación. Durante la ceremonia, se rindieron honores al capitán Álvarez, el único fallecido de la Agrupación ("el momento más duro de toda la misión" [8]). Para él, don Juan Carlos también tuvo palabras de recuerdo: "El mayor sacrificio que España paga en su acción decidida de asistencia a las víctimas de esta sórdida guerra, es la pérdida de sus propios hijos".

"Cuando una bala le partió su sueño,
de entre la tierra que tapó al soldado
dos magnolias subieron,
dos magnolias iguales que tenían
por raíces sus dedos...".

Otra forma de morir, otra forma -quizá la más sublime- de amor, que era la que unía al soldado con la tierra por la que había luchado, la tierra sobre la que había vertido su generosa sangre. En esas magnolias rimadas por Alberti y reverdecidas con nuestro llanto, crecían, unánimes e impávidas ante el acoso de la intemperie, el alma de un hombre heroico y el alma de la tierra bosnia por la que ese hombre había entregado su vida, el alma herida de España que seguía creyendo, como Machado, en otro milagro de la primavera: "Vi tantas lágrimas que no pude reprimir las mías en alguna ocasión. Vi a nuestros hombres, a los altos mandos de UNPROFOR., que venían a ver cómo era posible haber llevado a cabo esa locura soñada por los españoles. Vi, repito, a hombres avezados en el combate quitarse las lágrimas del rostro, ante aquella visión de la humanidad de la guerra. No se nos olvidará nunca" [9].

“¡Ha muerto mi capitán!...
¡Doblen todas las campanas:
que se callen los sollozos
y que se rompan las gargantas,
y que nadie añada llantos
al silencio de las armas…!
Nosotros, roncos de pena,
sacando afán de las almas,
llevaremos a tu gloria
la victoria que soñabas.
Con la victoria a tus pies
callaremos las campanas;
y para velar tu muerte,
Capitán de nuestra España,
¡haremos que en tu recuerdo
canten siempre nuestras armas!
(Demetrio Castro Villacañas -División Azul-: “Elegía y Promesa en la Muerte del Capitán Portolés”).

 

Un monolito, con una placa, recuerda al caído en la presa:

“U SJECANJE NA
KAPETANA INZINJERIJE
FERNANDA ALVAREZA RODRIGUEZA
NASTRADALOG NA DUZNOSTI
4 DECEMBRA 1993
SPOMENIK PODZIK SPABAT”.

(“SPABAT. En memoria del Capitán de Ingenieros Fernando Álvarez Rodríguez, fallecido en acto de servicio el 4 de Diciembre de 1.993”).




[1] M. Abizanda: “Un Casco Azul Español Muerto y Otro Herido Grave al Hacerles Explosión Una Mina en Bosnia”. “ABC”, Domingo 5 de Diciembre de 1.993, página 23.
[2] El teniente coronel Vicente Navarro, médico que lo acompañó durante todo el viaje desde Bosnia hasta el hospital Gómez Ulla de Madrid, diagnosticó "lesión contusa, amplia, extensa, con pérdida de sustancia, tanto ósea como muscular, en cara antero-interna de la tibia izquierda", añadiendo que "los principales daños son de carácter vascular y la lesión compromete el tercio inferior de la pierna izquierda". Tras una operación que duró seis horas, quedó internado en el hospital, en un estado "normal", según fuentes del mencionado hospital. Desafortunadamente, el Suboficial perdió la pierna.
[3] Se rumoreó que el capitán había regresado a Bosnia dada la escasez de especialistas en desactivación de explosivos que adolecía nuestro Ejército, afirmación que no tardaron en desmentir sus compañeros (S. N. "ABC", Diciembre de 1.993).
[4] Teresa Bricio: “Lo que Resiste al Bura”. ACN., Mostar, 15 de Junio de 2.004. Cuando los restantes miembros dé la patrulla acudieron a auxiliar a sus compañeros se produjeron varios tiros y explosiones en las proximidades, en la línea de frente entre las milicias del HVO. y la Armija. Los militares españoles aseguraban desconocer el origen exacto de los disparos.
[5]Un Capitán Español Muere en Bosnia al Estallar una Mina”. “La Vanguardia”, Domingo 5 de Diciembre de 1.993, página 6.
[6] Javier Torrontegui: “Un Auténtico Padrazo, Buen Cazador y Experto en Explosivos”. “El País”, 5 de Diciembre de 1.993.
[7] Durante el primer periodo (Enero-Mayo) de estancia en la antigua Yugoslavia, Fernando Álvarez formó parte del primer grupo de nueve oficiales y suboficiales expertos en explosivos que acudieron en apoyo de la agrupación destinada a Bosnia por el Ministerio de Defensa. El capitán renunció a lo largo de todo ese tiempo a los permisos que le correspondían para que, a causa de las dificultades que había para disponer de unos días libres, fueran sus hombres quienes disfrutaran del asueto.
[8]Suboficial Mayor Juan Rodríguez Liñán (Plana Mayor del ELAC. de la AGT. "Madrid"): "Los Militares Españoles lo Damos Todo en Bosnia". "Revista Española de Defensa" Nº 75 (Mayo de 1.994), página 87.
[9] Luis Carvajal Raggio: "Las Misiones de Apoyo a la Paz en Bosnia-Herzegovina", página 266.

jueves, 23 de mayo de 2013

SIDI DRIS: La intervención de la ARMADA en el DESASTRE DE ANNUAL.


El avance de las tropas de Abd el-Krim obligaron a los españoles a ir abandonando las posiciones tomadas anteriormente hasta los emplazamientos más cercanos a la costa. Mientras esto ocurría, la Armada comenzó a desplegar su flota para socorrer a las tropas españolas por vía marítima, ya que el apoyo y asistencia por vía terrestre era imposible, dado el asedio y presión de las fuerzas rifeñas. Sidi Dris era una posición entre Melilla y Alhucemas “privilegiada”: Con una vista de 360 grados que abarca al norte la línea de costa, con el macizo de Quilates al extremo occidental, y al sur los territorios de la antigua tribu de Tensaman, con el valle de Annual al este, Sidi-Dris es el escenario de una terrible historia, que otorga un estremecedor simbolismo a su color rojo de herrumbre. Sobre ella, en el verano del 21, perdieron la vida 300 soldados españoles, empeñados en una defensa sin otra esperanza que una evacuación por mar que fracasó, condenándolos a perecer a manos de los rifeños de El Krim.

Algunos días antes de la toma de Abarrán, Mohamed Ukarach, uno de los jefes Tensamani que vivía en la zona que los españoles pretendían ocupar había informado personalmente al comandante Villar de la presencia de una gran harka de beniurriagueles de unos 3.000 hombres a pie y a caballo, por lo que le aconsejó el empleo de tres columnas muy bien armadas para la ocupación del monte Abarrán. Lo lógico en este caso hubiera sido suspender la operación hasta hacer un reconocimiento profundo de la zona antes de iniciar la ofensiva, sin embargo el mando hizo caso omiso a los avisos y mantuvo los preparativos para realizar una ocupación por sorpresa. Sin embargo, la táctica hispana resultó un tremendo fracaso puesto que a las 23:00 horas las elevaciones frente a Annual se llenaron de hogueras encendidas por los rifenos que avisaban sobre lo que los españoles estaban maquinando.

El 1 de Junio el comandante Villar parte desde Annual, al frente de 1.461 hombres con la orden de tomar la cota de Abarrán (525 metros de altitud), lo hace de una forma pacífica, sin disparar un solo tiro. Abd-el-Krim no da señales de vida y finalmente, tras la ocupación, se deja una guarnición de unos 300 hombres que comienzan de inmediato a fortificar la posición. El terreno por su configuración no ayudaba para la construcción de un parapeto que ofreciera garantías. El caid El Hach Haddur Boaxa, que acompañaba a la columna española, aconsejó al comandante Villar no instalarse en la posición y que regresara toda la columna a Annual, sin embargo el consejo del caíd es desoído por el comandante Villar. Los españoles comenzaron a levantar los parapetos sobre Abarrán, parapetos que se demuestran como inservibles desde el primer momento (como ejemplo señalar que la posición que se le había otorgado a los cañones los hacía prácticamente inoperantes). Mientras esto ocurría las lomas que rodeaban Abarrán comenzaban a llenarse de rifeños que observaban interesados la construcción de las fortificaciones.  Cuando el comandante Villar consideró finalizados los trabajos de defensa comenzó a repartir entre los "rifeños amigos" el material militar prometido (Silvestre se había comprometido a distribuir armas y munición a las tribus leales), tras el reparto comenzaron inmediatamente los preparativos para el regreso del grueso de la columna. Al mando de la posición de Abarrán queda el capitán Juan Salafranca Barrios. Los soldados que regresaban hacia la posición de Annual lo hacen deprisa, casi corriendo, temerosos y presintiendo la emboscada. Sin caminos que pudieran auxiliar la posición en caso de ataque, con pocos víveres y municiones, sin un plan de antemano que previera el rescate de los defensores en caso de ataque rifeño, la nueva posición era una invitación abierta para ser atacada por los moros. La noticia de la toma de la posición de Abarrán sin efectuar un solo disparo complació enormemente a Silvestre, que se encontraba en ese momento en Annual, y que calificó la operación como "un rotundo éxito". El propio Silvestre, antes de partir hacia Melilla, se puso en comunicación con Berenguer para trasladarle la feliz noticia, a la vez que le comunicaba sus futuros proyectos, proyectos que pasaban por la toma de Beni-Melul, Cudia Afelún y Tizi-Terresich. Algunos rifeños tensemanis, considerados amigos por los españoles y que habían pedido armas a Silvestre habían conseguido por parte del general la promesa que se les facilitaría una vez la posición de Abarrán fuera tomada y consolidada, comprometiéndose, por su parte, en quedarse allí para apoyar el contingente hispano. De esta manera un grupo de tensemanis acompañó a los soldados españoles en su acción, apenas esta hubo concluido y la posición acabó de ser fortificada, fueron entregadas las armas y el grueso del destacamento partió de regreso hacia Annual. Cuando la columna española no había llegado ni siquiera a su destino comenzó el sitio de la posición de Abarrán, atacada por los hombres de Abd-el-Krim. En un primer momento las fuerzas indígenas se mostraron fieles y acudieron prestamente a los parapetos para defender el puesto. El heliógrafo se puso inmediatamente en contacto con Annual: "Nos atacan por todos lados, imposible sostener la posición", en ese momento los antiguos aliados indígenas que hasta ese momento se habían mantenido leales se vuelven contra la guarnición española, inmediatamente aparecieron en su apoyo fuerzas de Beni-Urriaguel a las que se unieron en el combate la policía nativa del cuerpo de regulares del ejército español, que se levantaron contra sus oficiales. La posición es arrasada tras tres horas y media de combate y la mayoría de sus defensores muertos, tan solo algunos pocos pueden llegar hasta Annual y Sidi Dris…
Sidi Dris

"No oímos ya nada -comunica el telégrafo desde Annual a Melilla-, solo vemos algo de humo, deben de haber perecido". Comenzaba a demostrarse la inoperancia del contingente expedicionario español, y muy en particular de sus jefes, que habían sido incapaces de poder auxiliar a la posición asediada sencillamente porque a nadie se le había ocurrido hacer un plan al respecto ya que no consideraron que eso fuera necesario o posible. A partir de este punto observaremos como se irán fraguando un auténtico cúmulo de despropósitos que culminarán con los hechos de Annual y los posteriores de Monte Arruit… Abd-el-Krim, ahora más fuerte que nunca, aprovecha esta victoria para declarar la jihad (guerra santa) contra los españoles: "Oh, musulmanes, nosotros hemos deseado hacer las paces con España, pero España no quiere. Solo desea ocupar nuestras tierras para arrebatarnos nuestras propiedades y nuestras mujeres y para hacernos abandonar nuestra religión. No podemos esperar nada bueno de España... El Corán dice que: "el que muere en la guerra santa va hacia la gloria" . Pese a la emotividad que tiene esta arenga no es nada precipitado ni realizado sin pensar. Abd-el-Krim había estado preparando a sus fuerzas con todo sigilo (incluso había construido algunos depósitos ocultos en el desierto donde escondía armas). Ahora, tras la espera, era el momento preciso para que sus tropas atacaran a las españolas. Este fue el inicio formal de la ofensiva rifeña hacia el cuerpo expedicionario español, al mando de la misma se encontraban Mohamed Abd-el-Krim y su hermano Ahmed. La respuesta a la llamada del líder rifeño para luchar contra el invasor fue unánime y Abd-el-Krim formó una harka nutrida por sus propios beniurriaguelíes, así como grupos de Temsamán, Ammart, Beni Tuzín, Gueznaya, Targuist, Ketama, etc.

A Silvestre no le afectó demasiado este contratiempo, le pareció algo aislado y sin la menor importancia, un revés que en ningún momento podía truncar su victoriosa campaña por las tierras del Rif destino a Alhucemas. Muy lejos de haber estimado de manera objetiva la capacidad y las posibilidades de las fuerzas rebeldes con las que se debería de enfrentar, se dedicó de forma descabellada a tomar nuevas posiciones en Talilit, Mehayast, Igueriben etc, mientras seguía proyectando el plan para continuar su decisivo avance hasta Alhucemas. Mientras tanto, su retaguardia seguía sin estar fortificada haciendo imposible organizar una retirada escalonada y en orden si eso fuera preciso.

Sidi Dris
Al conocer lo ocurrido en Abarrán, el general Berenguer se desplaza inmediatamente a aguas de Sidi Dris, allí se reúne con Silvestre el 5 de Junio de 1.921, después de la entrevista Berenguer telegrafía desde Tetuán al Ministerio de la Guerra: "Estimo puede considerarse la situación casi restablecida, y que actualmente nada ofrece que pueda ocasionar mayor alarma ni inquietud". Sin embargo las cosas eran muy diferentes de lo que los dos generales españoles pensaban, la línea del frente del ejército español mostraba una absoluta fragilidad y el mantenimiento de las mismas se convertía en un riesgo añadido, las fortificaciones, si así podían llamarse, estaban muy alejadas entre sí y pésimamente abastecidas (especialmente de agua, lo más importante en aquellos sofocantes días del verano marroquí). Silvestre había conseguido una gran cantidad de nuevos territorios en su avance por el Rif sin recibir una cantidad de refuerzos que aseguraran lo conquistado. Abarrán no le había enseñado nada, muy al contrario no dejaba de ser para Silvestre algo meramente anecdótico, sin embargo no todos pensaban igual las palabras del conde de Jordana, jefe del Estado Mayor de Berenguer describen precisamente todo lo contrario: "Aquel hecho de Abarrán, aparentemente casual, fue la cristalización de errores de conducta y de claudicaciones de autoridad, que no supieron corregirse tampoco a tiempo; porque después de aquel hecho fatal, no debió seguir al frente de la Comandancia General de Melilla un día más el general Silvestre, caballero, militar valeroso y ejemplar, a quien debe España los primeros triunfos de Marruecos; pero que en esta etapa y en las sucesivas -embriagado, sin duda, por sus anteriores éxitos y no midiendo bien la enorme fortaleza del enemigo, tan distinto al que hasta entonces tuvo enfrente- incurrió en el grave error de sobrepasar el límite de elasticidad de sus fuerzas, y en el imperdonable de realizar su osado plan a hurtadillas de su general en jefe, que él entendía era demasiado absorbente, achacándome a mí, como jefe de Estado Mayor, cuanto fuese indicio de autoridad sobre él".

Por su parte, Abarrán mostró a los rifeños la vulnerabilidad de los españoles. Abd el-Krim no dudó en exhibir los cañones y el material tomado en Abarrán, y trató de convencer a los rifeños que unidos podrían derrotar a los españoles y obtener botín. De esta manera, en pocos dias los efectivos de su harka pasaron de 3.000 a 11.000 guerreros. En consecuencia, como siguiente paso la Harka atacó duramente la posición de Sidi Dris, enclavada en un acantilado sobre el Mediterráneo, por lo que únicamente ofrecía un frente para su defensa por tierra. Participaron en el ataque miembros de las kábilas de Tensaman, Bocoya y Beni Urriagel, y el ataque se prolongó durante 34 horas. Defendían Sidi Dris dos compañías de infantería, un destacamento de Policía Indígena y una batería de la comandancia.

El ataque comenzó a las 03:00 horas de la madrugada, tiroteando con violencia la posición y persistiendo el tiroteo durante todo el día. La posición estaba al mando del comandante D. Julio Benítez Benítez, quien dirigió eficazmente la defensa y quien encontraría la muerte al frente de Igueriben mes y medio más tarde.

Teniente José Galán
El combate era tan enconado que Silvestre ordena que el cañonero “Laya, el Gandía y la escuadrilla de Zeluán que manda Pío Fernández Mulero, colaboren con los hombres del Comandante Benítez para abortar la operación rifeña. Mandaba la artillería de Sidi Dris el teniente José Galán Arrabal que resultó herido de un balazo en el muslo, y para compensar su baja, el comandante del Laya, Francisco Javier de Salas, ordenó que desembarcara una sección de 14 hombres al mando de un contramaestre y del alférez de fragata Pedro Pérez de Guzmán. Los marineros del Laya consiguieron llegar a tierra e instalaron dos ametralladoras para reforzar la defensa, mientras Pérez de Guzmán se hacía cargo de las piezas que llegaron a disparar con la espoleta a cero. Por estos hechos fue condecorado con la medalla militar individual el alférez Pérez de Guzmán, que posteriormente recibiría la medalla naval por la misma acción. El marino había nacido en Huelva en 1.901, y tras su ingreso en la escuela de la Armada, afrontaba en Sidi Dris, su primer destino tras recibir en 1.920 el despacho de oficial. Días después, se volvió a distinguir durante la fallida evacuación de la posición, por lo que volvió a ser condecorado con otra medalla militar que le fue impuesta en Sevilla por Alfonso XIII. Se retiró del ejército en 1.931, aunque volvió a ingresar en sus filas al estallar la guerra, sirviendo en el bando de los alzados en armas, y de nuevo obtuvo otra medalla naval por su actuación al frente del Tercio de Requetés del Rocío (años después, Franco le ascendió consecutivamente llegando a alcanzar el empleo de almirante honorífico).

La aviación, por su parte, arrojó medio centenar de bombas en apoyo a la defensa.

A las 21:30 horas la harka enemiga, reforzada con nuevos elementos, dio un nuevo asalto con tal violencia que llegaron hasta las alambradas y consiguieron cortarlas en varias partes. Por tres veces intentaron el asalto, siendo rechazados sus denodados intentos de entrar en la posición. En una ocasión llegaron a seis metros del parapeto. Pero allí les esperaban los marineros del Laya, que los ametrallaron a bocajarro.

Telégrafo
A las 03:00 del día 3 de Junio los moros suspendieron el fuego e iniciaron la retirada. Sus bajas superaron el centenar, veintinueve de ellas entre las alambradas del perímetro exterior. Los españoles sufrieron dos oficiales (el propio comandante Benítez y el ya mencionado teniente Galán) y ocho soldados heridos…

Después de este fracaso El-Krim retira sus tropas de la zona y reconsidera su situación en el mapa. Es el momento en que vuelve sus ojos sobre la posición española de Igueriben, situada en un lugar muy difícil de defender y donde sus hombres pueden interceptar la aguada si obran con la astucia que les ha faltado a los españoles -cosa que comienza a ser preocupantemente la norma de la campaña hispana en Marruecos-. Krim considera que ese golpe, si es certero y bien planificado, puede ser decisivo antes de atacar el campamento de Annual, tanto para elevar la moral de sus tropas como para reivindicarse a nivel mundial (una de las pretensiones secretas de Krim es la de construir una "República Rifeña" y que esta sea reconocida por otros países). De esta forma el día 19 de Julio los rifeños lanzaron un ataque a Igueriben (lugar donde los españoles estaban construyendo una fortaleza). No obstante, no se olvidarían de Sidi Dris y -a finales de Julio- la situación volvió a empeorar frente a unos enardecidos rifeños dispuestos a pasar por la gumía a todo español que se les pusiera por delante.

La posición de Sidi-Dris, que se defendió hasta el día 25, fue desalojada al terminar dicho día, y gran parte de su guarnición pudo ser recogida por los cañoneros “Laya”, “Princesa de Asturias” y “Lauria”, enviando botes para recoger a los defensores, cañoneando después a los moros que ocupaban entonces esta posición. Las embarcaciones que asistieron a las tropas nacionales no lo tuvieron nada fácil. Las tres embarcaciones desplegadas para asistir a las tropas españolas hicieron “lo que pudieron[1], pues realizar una labor de rescate de esta magnitud, ya de por sí no es fácil, y menos lo es si es bajo el asedio del enemigo. La evacuación fue un fracaso debido a la descoordinación entre los mandos de la Armada con los que defendían la plaza en tierra. A ello se suma que las características del terreno, muy rocoso, dificultaron la labor defensiva de los cañoneros. Por ello, de 300 hombres a evacuar únicamente sobrevivieron 25.

Por ahí cayeron, despeñados o abatidos a balazos, no pocos de los que partieron con el grupo de cabeza, el único que, con los heridos, llegó a intentar la salida” (Lorenzo Silva: “El Nombre de los Nuestros”).

Sin embargo, en AFRAU (otra posición sitiada y socorrida desde el mar) sí se consiguió contener al enemigo mientras se producía el embarque, lo que facilitó la supervivencia de muchos efectivos. La orografía del terreno en este emplazamiento también fue un punto a favor, pues se aprovechó la playa existente para controlar el dominio español sobre la plaza y conseguir evacuar con éxito a los efectivos españoles. Los tras navíos anteriormente citados, junto al cañonero “Bonifaz” cumplieron eficazmente la tarea encomendada.


CAÑONEROS CLASE “RECALDE”:
Nombre
Alta
Baja
Recalde
1.910
1.932
Laya
1.910
1.940
Bonifaz
1.911
1.932
Lauria
1.912
1.940

En palabras del historiador español Abraham Reolid: “Los trágicos sucesos acontecidos en Abarrán y Sidi Driss no dejaron de ser una demostración palpable de la incompetencia de Silvestre para comandar las fuerzas españolas del Rif. Cualquier otro militar hubiera destinado sus máximos esfuerzos a consolidar férreamente las posiciones conquistadas al enemigo antes de aventurarse en pleno territorio hostil, solamente a un necio se le podía ocurrir continuar su ofensiva sin haber afianzado debidamente su retaguardia. Con esta acción Silvestre se lo jugaba todo a una carta, convirtiéndose en imposible realizar un repliegue en caso necesario, entre Igueriben/Annual y Melilla no había otra cosa más que desierto. Abd-el-Krim, con menos formación castrense demostró ser más militar que Silvestre, (...) él sí que supo sacar el máximo partido a sus posibilidades -aun siendo estas tanto en hombres como en material infinitamente menores-.Conocía perfectamente a los españoles y al enemigo que se enfrentaba y, sin dejar de valorarlos, sabía de sus puntos más débiles. Y precisamente allí es donde fue a asestar el golpe”[2].


“El Rif abrió sus fauces y de un golpe
diez mil hombres perdieron la existencia.
El alma de las madres se destroza
pero aguardando al hijo no flaquea…
Tal vez de los diez mil se salve uno,
y ese ha de ser el que su amor espera.
Diez mil hombres se fueron
diez mil hogares claman por su vuelta”.

M.R. Blanco Belmonte



[1] Santiago Domínguez Llosá: “La Armada en la evacuación de Sidi Dris y Afrau” (Conferencia). 13 de Mayo de 2.013.
[2] Guerras y Conflictos Coloniales de España en el Norte de África (1.855-1.926)”.