miércoles, 27 de marzo de 2013

El SITIO DE BALER (Los Últimos de Filipinas)



En 1.896 comienzan los últimos disturbios contra el gobierno colonial, pero como se concentran en Manila y alrededores, lugares como el Distrito el Príncipe eran considerados tranquilos.

Baler, capital de este distrito, se encuentra al sur de una cala, rodeada de montañas y un río y, a pesar de estar cerca de Manila, sus comunicaciones, tanto terrestres como marítimas, eran muy difíciles. En aquella época, el pueblo se componía de una iglesia, la casa del Gobernador y barracones para la tropa, además de las viviendas de los nativos. La guarnición consistía en un cabo y cuatro Guardias Civiles.

En Agosto de 1.897 el gobernador, preocupado por los rumores que circulaban acerca de la posibilidad de un ataque de los insurgentes para obtener armas y municiones y tras investigar sin resultados, solicita ayuda y la guarnición se refuerza con un destacamento de cazadores de 50 hombres al mando del Teniente José Mota.

Mota y sus hombres llegan a Baler el 20 de Septiembre, se instalan en los edificios del pueblo y, como única precaución, ponen un vigía en la plaza. El 5 de Octubre, la guarnición es asaltada por una gran fuerza de sublevados que salen de la selva circundante a primeras horas de la mañana, sorprenden a la tropa durmiendo, matan y hieren a gran parte de la misma y huyen rápidamente llevándose prisioneros, armas y municiones.

El 12 de Febrero, llega a Baler el destacamento de Alonso y Martín Cerezo junto al recién nombrado Gobernador Político-Militar de El Príncipe, el Capitán de Infantería, Enrique de Las Morenas y Fossi. Con ellos llega también el supervisor provisional del Cuerpo Médico con la misión de poner en marcha el hospital que había sido destruido.

Iglesia de Baler
En cuanto la marea lo permite, las tropas de Génova y Roldán parten hacia Manila en la embarcación que había traído al destacamento y sus provisiones, que serían las últimas que recibirían del ejército. Si bien tenían municiones suficientes, la cantidad de raciones era escasa y además, la mayor parte de las que habían dejado almacenadas en la iglesia las tropas relevadas, estaban en mal estado.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, un extraño incidente sirve de excusa para el inicio de la guerra entre Estados Unidos y España. El 15 de Febrero una explosión hace zozobrar al acorazado Maine, cuando se encontraba en el puerto de La Habana, Cuba, y la potencia emergente, deseosa de obtener las últimas colonias que le quedaban a España, culpabiliza a ésta del incidente.

Dos días más tarde, por la mañana, Martín Cerezo salió de patrulla con 14 hombres, sin novedad, mientras los que no estaban de guardia recogían el agua que quedaba en las casas del pueblo para llevarla a la iglesia. Al día siguiente, la patrulla sale al mando de Alonso, comandante del destacamento, y uno de los soldados deserta. La tropa continúa con el acondicionamiento de la iglesia, demoliendo parte de la antigua vivienda del cura, almacenando la madera obtenida e intentando hacer un corral, dejando intacta la base del muro. Cerezo llevó cuatro caballos para poder tener carne en caso de necesidad pero tanto la tropa, como Alonso, como el Capitán se negaron y los soltaron.

La mañana del día 30 de Junio le toca a Cerezo el turno de patrulla. Al llegar al Puente de España, al oeste del pueblo, un grupo de insurrectos que se encontraban apostados en la ribera del río comienza a disparar contra la patrulla, intentando rodearla. Estos no tienen otra opción que volver a la iglesia para ponerse a cubierto mientras llevan como pueden al Cabo Jesús García Quijano, herido en el pie, comenzando así el sitio.

En la Iglesia habían encontrado varios cañones viejos, pero sin accesorios ni carro para transportarlos. Mezclaron los explosivos de algunos cohetes rotos con la pólvora de algunos cartuchos de los fusiles Remington y pusieron parte de la mezcla y las balas en uno de los cañones más pequeños, que llevaron a uno de los disparaderos que habían construido en el antiguo convento, ahora, el corral, y colgaron la parte trasera de una viga, con una cuerda que les permitía variar el ángulo de tiro. Con una larga caña de bambú con fuego en el extremo, consiguieron disparar el cañón, que hizo temblar los cimientos del corral.

Croquis Iglesia

Los insurrectos enviaban casi a diario mensajes a los sitiados y, un día, uno de los mensajes fue entregado por dos españoles. Algunos soldados creyeron reconocer a uno de ellos como uno de los Guardias Civiles del destacamento de Mota, que había comandado el puesto de Carranglan. El asistente de Alonso, Jaime Caldentey aseguró que era un paisano y amigo suyo de Mallorca. Alonso indicó a Jaime que debía decir a los enviados que tenían suficientes provisiones y municiones para aguantar y éste se dirigió a ellos en mallorquín. El guardia, fingiendo no conocer el idioma, le dijo que estaban perdidos y que si continuaban con su resistencia, acabarían muertos, porque todas las tropas peninsulares se habían rendido y no iban a recibir refuerzos. Al oír esto, Martín Cerezo contestó que el que estaba perdido era él, y que se fuera de allí.

El Soldado Francisco Rovira Mompó, enfermó también de beriberi, murió de disentería, el 30 de Septiembre, día en el que llegaron nuevas noticias a la iglesia en forma de carta del Gobernador Civil de Nueva Écija, Dupuy de Lôme. En ella, informaba a de Las Morenas, que conocía a Dupuy y afirmaba que la letra era suya, de que se había perdido Filipinas. Más tarde llegaron rumores sobre la rendición del Mayor Juan Génova Iturbe, el Capitán Federico Ramiro de Toledo, el Mayor Ceballos en Dagupan y el General Agustí en Manila. Finalmente, llegó una carta del cura de Palanan, Mariano Gil Atienza, en la que les confirmaba los rumores e intentaba hacerles ver que era inútil seguir resistiendo, porque el archipiélago se había perdido. Sin embargo, los sitiados no dieron crédito al Gobernador de Nueva Écija, ni a los informes oficiales ni al resto de las informaciones recibidas, pensando que se trataba de una treta del enemigo, incrédulos ante el hecho de una pérdida tan rápida del archipiélago.

El Cabo José Chaves Martin y el Soldado Ramón Donant Pastor mueren de beriberi el 9 de Octubre. Días después cae gravemente herido el doctor Vigil y el día 18 muere Juan Alonso Zayas de beriberi, enfermedad que se estaba extendiendo rápidamente entre la tropa, tomando el mando Saturnino Martín Cerezo.

Para evitar en lo posible el avance del beriberi, los españoles abrieron varias vías de ventilación, intentando no comprometer la seguridad. A pesar de las medidas tomadas, la mayor parte de la tropa apenas se tenía en pie, por lo que se organizaban guardias de seis horas, en las que los relevos se hacían con ayuda de los soldados sanos, que llevaban a la cama al soldado relevado y colocaban en una silla al nuevo vigía, mientras el cabo de turno, hacía rondas comprobando el estado de los distintos centinelas.

Durante la primera quincena de noviembre murieron los soldados Juan Fuentes Damián, Baldomero Larrode Paracuellos, Manuel Navarro León y Pedro Izquierdo y Arnaiz. El Capitán de Las Morenas, a pesar de encontrarse gravemente enfermo, seguía firmando las contestaciones a los filipinos pero ante la inminente muerte, los españoles decidieron enviar la última carta firmada por él con el fin de que, en el futuro, no tuviesen sospechas acerca de su estado. En ella, se invitaba a los insurrectos a rendirse, afirmando que serían tratados benévolamente y amnistiados. Los filipinos contestaron con insultos y amenazas. Finalmente, el 22 por la noche, Enrique de Las Morenas, fallecía de beriberi.

De las Morenas
Martín Cerezo contaba, en aquel entonces, con 35 soldados, un trompeta y tres cabos, prácticamente enfermos. Apenas quedaban víveres, aunque había munición suficiente para seguir resistiendo.

Rafael Alonso Mederos se convirtió el 8 de Diciembre en una nueva baja del beriberi, pero como era un día festivo en la Infantería Española, Cerezo decidió repartir crepes, café y sardinas entre la tropa, con el fin de disipar, en parte, los efectos de la nueva pérdida. A pesar del estado de las provisiones, los soldados tomaron la salida de la monotonía como una auténtica celebración de la Inmaculada.

Dos días más tarde, el10 de Diciembre, se firma en París el tratado por el que España cede a Estados Unidos sus colonias en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, dándose por finalizada la guerra entre ambos países.

Por su parte, los filipinos continuaban con sus ataques de cañón, pero sin atacar de la manera contundente que podría haber acabado con los españoles. Entre el ruido de los fusiles y cañones, se oían también insultos y gritos de los soldados filipinos, entre ellos, los desertores, que hacían ostentación de su presencia, cosa, que enfurecía a los sitiados. Además, algo que frustraba a los españoles, era que, debido a la maleza que los rodeaba, no eran capaces de ver si realmente causaban bajas entre el enemigo o no.

Para intentar la salida, Cerezo contaba con apenas 20 hombres, que debían arriesgarse a salir a campo abierto ante un enemigo bastante más numeroso, en mejor estado de salud y atrincherado, por lo que la única ventaja con la que podían contar era el factor sorpresa. El teniente llamó al cabo José Olivares Conejero para que seleccionara 14 soldados para llevar a cabo la misión. El comando debía salir por el agujero de la sacristía que daba al foso, rodear la casa más cercana al norte de la iglesia y prenderle fuego con trapos impregnados de gasolina atados al extremo de cañas de bambú. La misión del resto de los hombres era dar cobertura de fuego desde la iglesia.

En torno a las diez y media de la mañana del14 de Diciembre, el cabo y sus hombres salieron de la iglesia según lo planeado. La sorpresa y la velocidad a la que se propagó el fuego por el pueblo hizo que los filipinos de la zona se retirasen rápidamente. Tras el ataque, la mayor parte del pueblo y las trincheras circundantes fueron destruidas. Los españoles despejaron también la zona sur, lo que les permitió abrir las puertas, que habían permanecido cerradas desde el inicio del sitio e hicieron un claro qué les permitía ver el río, al este, lugar frecuentemente utilizado por los filipinos para el suministro de provisiones y refuerzos.

La acción se llevó a cabo sin ninguna baja por parte de los españoles, aunque la confusión del momento les impidió saber las causadas por ellos, más allá de un centinela calcinado por el fuego y los rumores acerca de la muerte de Cirilo Gómez Ortiz. Con la operación, los sitiados obtuvieron una gran cantidad de calabazas y naranjas de los árboles que había cerca de la iglesia, además de todos los tableros, vigas y varas de metal que pudieron sacar de la Comandancia y una escalera que había quedado abandonada junto al muro tras el último intento de asalto filipino.
Tte. Vigil Quiñones

El 13 de Febrero, murió de beriberi el Soldado José Saús Meramendi y al día siguiente volvieron a sonar las cornetas filipinas llamando a parlamento. Cerezo subió a la torre para ver qué ocurría y vio en una de las casas fortificadas a un trompeta y a un hombre con una bandera blanca. Como los españoles no contestaban, los filipinos hicieron sonar dos veces más el aviso y, al seguir sin obtener respuesta, enviaron a un hombre hacia la iglesia por la Calle General Cisneros.

Cerezo, desde la torre, le dio el alto y éste preguntó si se trataba del Capitán de Las Morenas. Cerezo contestó que no, que era uno de los oficiales del destacamento y le preguntó qué quería. El individuo se identificó como el Capitán Miguel Olmedo y aseguró estar allí por orden del Capitán General para hablar con el Gobernador. Cerezo le dijo que de Las Morenas no hablaba ni recibía a nadie y que le dijera a él cuál era el mensaje que quería transmitir. Olmedo dijo que traía un comunicado oficial así que Cerezo ordenó a un soldado que saliera a por él. El enviado se negó a entregar el mensaje al soldado porque tenía órdenes de entregarlo en persona y Cerezo fingió retirarse sin atenderlo. Finalmente el enviado cedió y entregó al soldado el mensaje para el gobernador, firmado por Diego de los Ríos y fechado el 1 de Febrero de1.899, en el que ordenaba a Enrique de Las Morenas que abandonase la plaza, siguiendo las instrucciones de Olmedo, dado que España había cedido la soberanía de las islas a Estados Unidos tras la firma del tratado de Paz entre ambos países.

Cerezo observó en la comunicación algunos detalles que no le convencieron acerca de su autenticidad y al volver, dijo al mensajero que el Capitán de Las Morenas se había dado por enterado y que podía irse.

Los continuos ataques, cada vez mejor organizados, pretendían acabar definitivamente con el punto de resistencia español.

Pero un nuevo parlamentario llega hasta la iglesia, se identifica como el Teniente Coronel Aguilar Castañeda, perteneciente al E.M. del General de los Ríos. Pequeños detalles hicieron dudar a Martín Cerezo de la autenticidad del nuevo parlamentario: su raro uniforme, sus pocos expresivos documentos de acreditación; e incluso el barco que, visible en la ensenada, aseguraban era para repatriarlos, pensaron, o creyeron ver, era un lanchón tagalo enmascarado como un barco real. Ciertamente los aparatos de observación que poseían no eran de gran calidad y para Martín Cerezo era increíble, que España hubiese abandonado Filipinas como insistentemente le decían. Esto era el factor base de su incredulidad.

Rechazados los argumentos del Teniente Coronel Aguilar, el jefe, perplejo y aburrido, hubo de retirarse sin antes decirle al Teniente: "¡Pero hombre! ¿Qué tengo que hacer para que Vd. me crea, espera que venga el General Ríos en persona?" A ello le contestó el Teniente: "Si viniera, entonces sí que obedecería las órdenes". Entonces reunió a la tropa, les relató cuál era realmente la situación y les propuso una retirada honrosa, sin pérdida de la dignidad y del honor depositado en ellos por España.

Los heroicos defensores como tropa bien disciplinada, le dijeron a su Teniente que hiciera lo que mejor le pareciera. Ante el asombro de los filipinos, vieron izar en la iglesia la bandera blanca y oír el toque de llamada. Seguidamente, hizo acto de presencia el Teniente Coronel jefe de las fuerzas sitiadoras, Simón Tersón, que escuchó a Martín Cerezo y le respondió que formulase por escrito su propuesta, añadiéndole que podrían salir conservando sus armas hasta el límite de su jurisdicción, y luego renunciarían a ellas para evitar malos entendidos.

Martín Cerezo
El escrito que entregó el Teniente Martín Cerezo decía: "En Baler a 2 de Junio de 1.899, reunidos jefes y oficiales españoles y filipinos, transigieron en las siguientes condiciones: Primera: Desde esta fecha quedan suspendidas las hostilidades por ambas partes. Segunda: los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también de los equipos de guerra y demás efectos del gobierno español; Tercera: La fuerza sitiada no queda como prisionera de guerra, siendo acompañada por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españolas o lugar seguro para poderse incorporar a ellas; Cuarta: Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a personas".

Y así, honorablemente, dio fin tras 337 días de asedio el "SITIO DE BALER". Una vez arriada la bandera, el corneta tocó atención y aquellos valientes se aprestaron a abandonar su reducto. Los Tenientes Martín Cerezo y Vigil de Quiñones, enarbolando la Bandera Española, encabezaban una formación de soldados agotados, que de tres en fondo, y con armas sobre el hombro, abandonaban el último solar español en el Pacífico, desde marzo de 1.521. Le hacían pasillo soldados filipinos en posición de firmes, entre asombrados e incrédulos.

ÉSTOS SON LOS 33 HÉROES SUPERVIVIENTES
Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres
Médico Rogelio Vigil Quiñones, natural de Marbella, Málaga
Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia
Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete
Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza
Soldado Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga
Soldado José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife
Soldado Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia
Soldado Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla
Soldado Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense
Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca
Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila
Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas
Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fabrique, Granada
Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón
Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén
Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia
Soldado José Pineda Turán, natural de Sant Feliú de Codines, Barcelona
Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva
Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña
Soldado Loreto Gallego García, natural de Requena, Valencia
Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel
Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla
Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca
Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaül, Lérida
Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de Sant Joan de les Abadesses, Gerona
Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guissona, Lérida
Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia
Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón
Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara
Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca
Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos
Soldado Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo

Los supervivientes.
En Manila, la comisión española encargada de recibirlos, los alojó en el Palacio de Santa Potenciana, antigua Capitanía General. La colonia española los colmó de homenajes y regalos. En una de las recepciones, el Teniente Martín Cerezo recibió el abrazo del Teniente Coronel Aguilar que en son de broma le dijo: "Y ahora, ¿me reconoce Ud.?". A lo que contestó el Teniente "Sí, señor. Y más me hubiera valido haberlo hecho entonces"…

Por fin, el 29 de julio del 99 embarcaron en el vapor "Alicante" camino de España, llegando a Barcelona el 1 de septiembre, siendo recibidos por las autoridades civiles y militares. Los llamados "Los últimos de Filipinas" lo formaban 1 Teniente de Infantería, 1 Teniente médico, 2 Cabos, 1 Trompeta y 28 soldados.

Así terminó la gesta, que cerraba el ocaso de un Imperio de 400 años, defendido con el esfuerzo y la sangre de tantos españoles que dieron su cultura y su religión.

lunes, 25 de marzo de 2013

CB (VI) Los últimos de Filipinas



Sinopsis: En el verano de 1.898, el capitán español Enrique de las Morenas y Fossi -comandante de la guarnición española de la aldea costera de Baler, en Luzón- observa síntomas de una inminente insurrección en su distrito. En espera de los acontecimientos, decide recluirse con su tropa (54 soldados) en la iglesia de Baler y, tras estallar la revolución, quedan sitiados por los insurrectos durante casi un año, hasta meses después del Tratado de París, cuando las Filipinas dejaron de ser territorio español...

La historia parte de un guion radiofónico de Enrique Llovet (“Los Héroes de Baler”) y de otro de Enrique Alfonso Barcones y Rafael Sánchez Campoy (titulado “El Fuerte de Baler”). Y a partir de una anécdota histórica y real sobre un destacamento español que quedó aislado en Filipinas, Antonio Román rueda una de las mejores películas de acción y aventuras del cine clásico español, a la altura de películas de aventuras coloniales como "La Jungla en Armas" de Henry Hathaway, "Gunga Din" de George Stevens, "Kim de la India" o cualquier película de John Ford sobre la Caballería estadounidense. Es un gran fresco épico, una especie de " El Álamo ", en la que los personajes son muy bien trazados dentro de la tradición de este tipo de películas: El oficial aguerrido, el médico, la tropa.., alternada con excelentes escenas de acción. Con una canción clásica y uno de los primeros papeles de Tony Leblanc. ¡Ojalá los directores de hoy en día tuviesen el talento de Román para realizar una excelente película épica de aventuras!

 
Para muchos, puede parecer un espectáculo superficial y mediocre, rebosante de patrioterismo acartonado y vehemente sin ton ni son, falto de toda brillantez cinematográfica o atisbo de talento en el inocuo Román y sostenida por un buen grupo de actores, pero un análisis de este calibre sólo puede estar basado en los prejuicios con que se percibe la cáscara de la nuez: Realmente, “Los Últimos…” es una buena película (no excelsa, pero tampoco un bodrio), donde –aparte de describir la odisea de los defensores de Baler- se describe de manera muy real y verídica cual ha sido la actuación en general de los políticos españoles desde finales del siglo XIX en adelante en política de desprestigiar a España y empequeñecerla dándola, vendiéndola o regalándola a trozos a terceros países. En esta película de enorme valor histórico por cuanto describe y cuenta: Vemos cómo, mientras los soldados españoles defendían el honor de la nación y país España en los lugares más lejanos del mundo, los políticos españoles en la metrópoli se dedicaban a firmar tratados con otras potencias o países donde les regalaban o donaban esos mismos territorios en los cuales los soldados españoles estaban dejándose la vida en su defensa. Esta es, a fin de cuentas, la realidad de lo que ha sucedido en Filipinas, en Ifni, en el Sahara español y que pronto –de seguir así- también sucederá en Ceuta, en Melilla y en las Islas Canarias. Porque lo que tenemos en España como políticos son una morralla antipatriótica de mucho cuidado, la cual nada tiene que ver con la que existe en Gran Bretaña, en Francia o donde sea, que cuando cualquier parte de su territorio por minúsculo y lejano que se encuentre es atacado, antes prefieren morir todos en el intento de defender lo suyo que abandonarlo cobardemente, como suelen dictar en España los políticos de la ideología que sean (recuérdese, por ejemplo, cuando la invasión marroquí del islote de Perejil, que en seguida surgieron políticos como Llamazares y otros muchos más que empezaron a reprochar al gobierno que defendiera un trozo de España tan insignificante y que no valía nada)… Así son los políticos españoles, en general gente sin honor ni amor por su patria España; mientras ellos viven como marajás, los soldados españoles andan por doquier defendiendo el nombre de España que los políticos envilecen, degradan y asimilan a la cobardía.

Pero, tras esta digresión que espero sepan perdonare, retomamos el film: Cuando se ve la película por primera vez, a uno el guión le parece un poco forzado. Pero es una película basada en hechos reales y varios de los episodios aparentemente fantásticos como el del caribú o el del huerto o la derrota americana son históricos. Y aún faltan algunos como la declaración de amigos de la patria a los derrotados, por parte del general rebelde.

La épica música del maestro Parada recuerda a la de realizada por Franz Waxman para el film, del mismo año, “Objetivo Birmania” (Raoul Walsh)… Ya el comienzo es enteramente de Western, pero en vez de indios acosando al mensajero (esperamos que sea Alfredo Mayo, pero no: ¡Es Tony Leblanc!), son Viet-cong… Perdón, guerrilleros tagalos.

Los decorados –rodados en estudio- son sumamente descarados: Todo Baler no puede disimular que se trata de una maqueta (cuando los tagalos comienzan a hacer señales, en seguida temes que toda la serranía de plástico se prenda fuego). Y los nativos… El tabernero Moisés –que, obviamente, con ese corte de pelo no puede ser trigo limipio- parece Linda Hunt en “El Año Que Vivimos Peligrosamente” (Peter Weir, 1.983).

Las bellas noches estrelladas como las que contempla Willem Dafoe en “Platoon” (Oliver Stone, 1.986). Las comparaciones con Vietnam –de hecho. Éste fue nuestro ´Nam- no paran de sucederse.

El darwiniano médico (Guillermo Marín) no deja de ser el contrapunto civil al resto de militares (y no deja de ser un tanto sardónico en su humor e irónico en sus comentarios –“¡Qué maravillosa idea!” exclama cuando el Capitán, que le recrimina, comenta que secará el río si hace falta). Son el reemplazo de los muertos (muertos liderados por el Teniente Mota). Posiblemente, aunque aún no lo sepan (no se resignen a ello) tan muertos como los relevados.

Ya se vislumbra cuál será el último bastión: LA IGLESIA. Un nuevo Álamo en medio de una (pelín sosa, debido a que Tala es una Blancanieves de Walt Disney) historia de amor entre Nani Fernández y Fernando Rey… Lo de los soldados españoles casándose con bosnias o kosovares no es nada nuevo, al parecer. Y aquí, a diferencia de “Harka”, sí que hay beso… Eso sí, truncado por una inoportuna corneta: Arenga patriótica del Capitán mientras el tabernero del flequillo –que es más malo que Angela Channing- conspira en las sombras (literalmente). Pero Tala descubre al Peter Lorre de Chamberí y se monta una escena al más puro estilo “El Halcón Maltés”. Y mientras, junto al fraile, como en “El Santuario No Se Rinde”, el sosias de Alfredo Mayo (un José Nieto con los rasgos de Tip) monta la defensa, fortificando la iglesia. De esta película han bebido muchos otros filmes, nacionales y extranjeros, sin duda alguna, desde “Comando en el Mar de China” (Robert Aldrich, 1.969) hasta “El Álamo” (ambas versiones, la dirigida por John Wayne en 1.960 y la de John Lee Hancock, realizada en 2.004), pasando por “Zulú” (Cy Enfield, 1.964) o “55 Días en Pekín” (Nicholas Ray, 1.963) por cierto, los tagalos son tan castizos como los chinos de esta última).

“(El que ondee la bandera roji-gualda en el campanario de la iglesia de Baler) no es un desafío. Es simplemente dar fe de que estamos aquí”, asegura el Capitán De las Morenas). Se exaltan valores patrios como el sentido del deber, el honor o la integridad, pero no se exaltan de manera pueril o exagerada hasta casi rozar la ridiculez, como suele suceder en otras cintas de los 40: Aquí hay un respeto y una seriedad encomiables.

Frente al arrojado teniente Cerezo sediento de acción se coloca al doctor Vigil, más reflexivo y que añade –junto al veterano Capitán- la cordura necesaria para “controlar” a Armando Calvo durante el primer ataque de la horda tagala, avanzando en masa contra la posición (y, por consiguiente, también cayendo en masa), defendida por un enigmático Fernando Rey lleno de odio (y cercano a Eloy Gonzalo), un cómico –como siempre- Manolo Morán (que no adelgazará un gramo durante el asedio, a pesar de las penurias) y sus 48 camaradas. Tras este primer envite, las bajas fueron un muerto y dos heridos leves españoles… Y los meses transcurrirán entre ataques y más ataques. Pero el sentido del deber –porque, en definitiva, es una película sobre el Deber- permanecerá incólume y a la defensiva.

La verdad es que la coreografía de los extras peinados por Llongueras es de lo peorcito de la película: O se mueren pésimamente o corretean como los chinos nefandos de los largometrajes de Bruce Lee. Y tras la acción “cascorrera”, más figurantes cayendo a la luz de la hoguera de San Juan (y la pobre Tala, que ninguna culpa tiene, acusada de femme fatale).

A los del flequillo les llega el cañón y, como esto ya son palabras mayores, a uno de los defensores se le ocurre desertar (con nombre y apellidos –Felipe Herrero-): Una cosa es enfrentarse a las balas del 7,92 y otra muy distinta a obuses de 75 mm.

Y el capitán, enfermo de peste, lanza una frase lapidaria donde las haya, al enterarse que “El Vasco” (¿?) ha caído: “Estaría dispuesto. Sin permiso de Dios, la muerte no mata a nadie”. Y como la película en blanco y negro, perdemos la cuenta de cuántas veces matan al mismo extra…

Mientras tanto, el Fu-Man-Chú monta una embestida al más puro estilo medieval, con el desertor en cabeza (liderando el asalto más forzado que por su propia voluntad) y así le va. Además, el ataque por la retaguardia –aconsejado por el traidor- es repelido. Pero el Capitán De Las Morenas ha realizado su último esfuerzo, falleciendo ese 22 de Noviembre (a los 145 días de asedio) y sin saber que España había perdido el archipiélago. Pero, como bien indican en el film, “ellos ni se enteraron ni quisieron enterarse”… Y tanto el doctor como el teniente se transforman por simbiosis, encontrándose el uno al otro como dos caras de la misma moneda: El médico se insufla del ardor guerrero del oficial mientras que Cerezo se humaniza.

Descubierta a bayoneta calada en busca de alimentos…: O nos matan o nos morimos. Y se traen comida y a Manolo el del bombo (que no es Morán), para amenizar la Navidad… Pero no vuelven a casa por esas fechas, como suele hacer el turrón, sino que la Misa del Gallo se la chupan con el mosquetón al hombro. Eso sí, del discurso evangelizador de Fray Bartolomé de las Casas (“Es la obra de España. Una obra de siglos. Y aunque algún día tengamos que irnos nosotros, aquí quedarán para siempre la fe y el idioma”… Mejor que no viese cómo están ahora los filipinos) no nos salva nadie.

Y los sitiadores, erre que erre: Que se rindan, que la guerra terminó hace tiempo… Pero, con inusitada arrogancia, se empecinan más que esos japoneses abandonados en remotas islas tras la II Guerra Mundial.

Es destacable que la relación con los militares independentistas (por ejemplo, Novicio Luna) es respetuosa y caballeresca, entre camaradas de armas, nada de cargar las tintas en innecesarias crueldades o en sádicas torturas (con una particular ética sólo imperante entre ellos, al estilo de la utilizada entre aviadores durante la I Guerra Mundial). Y, lo más subrayable, a pesar de luchar por la independencia, “aman” a España.

Y como no les vencen ni por el fuego ni por el hambre, comienza la guerra psicológica, utilizando a Tala (porque, ya se sabe, los españoles son muy mujeriegos). Y, engañada, la hacen cantar ese melancólico “Yo Te Diré”, esperando que, aquejados de morriña, los españoles desistan en su empeño (la canción surte su efecto nostálgico, como sucederá más de una década después al cantar Susanne Christian –la mujer de Kubrick por aquel entonces- en la tremenda “Senderos de Gloria”, pero los hispanos siguen resistiendo numantinamente). El silencioso travelling entre los soldados es emocionante.

Y como Estados Unidos había ganado en fecha recientísima la II Guerra Mundial y el Generalísimo quería congraciarse con el Tío Sam (aparcando en el baúl de los recuerdos a la División Azul), otorga protagonismo a los norteamericanos, que desean “liberar a esos valientes” y aparece la cañonera “Yorktown”, de la que desembarca un comando de rescate compuesto por 14 fusileros y liderado por el 2º Teniente William Harrison Standley, que… desconfiando de la buen predisposición filipina, regresó al buque sin acercarse a Baler (en el film se toman una licencia y mueren con las botas puestas). El resto de la intervención del comodoro Sperry se omite (como deferencia, ya estaba bien, que los protagonistas son los españoles, no los yankees). Lo que no les deja muy bien es que incumplen aquella frase que tanto repiten en “Black Hawk Derribado” (Ridley Scott, 2.001): “No abandonamos nunca a nadie”, porque dejan la playa plagada de cadáveres de sus compañeros…

Un año de martirologio y ahí continúan, aferrados a su sentido del deber: “Nunca pasa nada y si pasa no importa”, como bien comenta el doctor…

Los efectos de los cañonazos son un tanto cutres pero consiguen romper los muros del fortín y los tagalos penetran, produciéndose el primer combate cuerpo a cuerpo, a escasos 8 minutos del final. Paredes de adobe que se derrumban en perfectos círculos, sacos de cemento y tablones que se desploman localizadamente, no vayan a herir de verdad a alguien, Conrado San Martín rogando munición… Y una tenaz lucha retratada de una manera un tanto artificial y artificiosa (para un momento tan dramático, el asalto final, le falta algo de garra). Armando Calvo dispara como Errol Flynn en “Murieron con las Botas Puestas” y Manolo Morán no pierde su vis cómica ni machete en ristre, arrojando aceite hirviendo a los tagalos. Moisés se muere horriblemente mal (andando una distancia como si de una peregrinación a Santiago se tratase) y el ataque es nuevamente repelido, dejando el terreno sembrado de muertos. ¿Retirada? Sí, porque… Llega el Teniente Coronel Aguilar enarbolando la bandera española y… ¡Poco le falta para morir ante un pelotón de fusilamiento por “disfrazarse” de militar hispano! No capitulo y no y no (y uno todavía pregunta si lo mata). Pero le entrega ejemplares de la prensa nacional y leyendo un cambio de destino de un compañero –algo intrascendente entre otras muchas noticias de interés- se dan cuenta de que todo es verdad (y, como mal de muchos, consuelo de tontos, el Teniente también culpa de la decisión de resistir al médico). Reunión y decisión de rendirse siempre que no les retenga como prisioneros de guerra (en realidad, el ejército filipino les rindió incluso honores). De otro modo, ¡Santiago y Cierra España! Y se abandona el bastión a sangre y fuego. “Hemos seguido aquí enterrando a nuestros muertos sin ningún derecho”, se lamenta el teniente: Seis meses después de haber perdido las Filipinas, Baler cesa su resistencia (“cumpliendo con su obligación y como mandan las Ordenanzas Militares”). Así finaliza la historia de esta heroica equivocación, apoyada por el empecinamiento en nombre del deber de un grupo de militares españoles que lucharon más allá del deber y de sus propias fuerzas. Y así, tras 337 días, con un marcial Calvo –que recuerda las palabras del Capitán Olmedo cuando le exigió la rendición, acusándole de rebelde y asegurándole un Consejo de Guerra y la expulsión del Ejército- comandando a un Rey que recobra a su amor indígena, un campechano y dicharachero Morán y al resto de la tropa, finaliza la película (con Laureada de San Fernando incluida y comentario a modo de epílogo: “Y otra vez el Teniente Marín Cerezo se enteró de las noticias con retraso: En España, él ya era un héroe”).

Es más entretenida y lógica que la mayoría de las películas que se hacen en este país de subvencionados. Sobre lo de patriotera, sí lo admito, ¿y qué? ¿Acaso las pelis yanquis de la época exaltaban los valores de Japón o los de Alemania? No, exaltaban los suyos y sin ningún rubor, como siguen haciendo actualmente sin complejo alguno en un amplio porcentaje de producciones. No pasa nada. Es cine. Son películas. Entretiene y no me acompleja ser español, como tampoco me acomplejaría de ser francés o marroquí. Refleja con realismo la sociedad de su época, y si no lo hiciera me daría igual. ¿Por qué? Porque –repetimos- es cine y el cine no tiene la obligación de ser fidedigno a nada. A mí modo de ver se resume con si me gusta o no me gusta. Y me gusta.

Es, en definitiva, una película rodada en su tiempo, donde la exaltación del ejército español es el leitmotiv de la misma. Y el título es muy oportuno ya que está rodada justamente cuando no se produce el relevo generacional hispanohablante en filipinas.

Por último un par de detalles anecdóticos. "Apocalypse Now" se rodó en esa zona de Luzón curiosamente, y a los pobres españolitos que quedaron en Filipinas después de esos famosos últimos, me refiero a los prisioneros de los tagalos, claro está, los rescató la caballería estadounidense, creo recordar que el 7º (aunque de esta precisión no estoy seguro cien por cien), porque el gobierno español no quiso saber nada de ellos.

En su momento fue un taquillazo, además de ser considerado casi clásico del cine español, cine de "interés nacional" e, incluso un gran éxito de crítica. En 2.008, la historia del sitio se volvió a llevar de nuevo a la pantalla en la película “Baler, del director filipino Mark Meily y con la actuación de Phillip Salvador, Jericho Rosales, Anne Curtis, Andrew Schimmer, Joel Torre, Carlo Aquino, DJ Durano, Rio Locsin, Nikki Bacolod, Mark Bautista, Ryan Eigenmann, Baron Geisler, Michael De Mesa, Leo Martinez y Alvin Anson.

 
LO MEJOR:
En el filme destacan las interpretaciones de Fernando Rey y Tony Leblanc. Nani Fernández hizo famosa la canción “Yo Te Diré” (habanera o bolero, según las fuentes, pero –sin duda alguna- todo un himno).

LO PEOR:
Que no se recuperen historias así en nuestra cinematografía: Si no utilizamos al Ejército para reírnos de él o para tacharlo de fascista, parece que no da juego en el celuloide patrio. Incomprensible e inadmisible.


Nota: Valorándola en su justa medida y coyunturalmente, un 6,2 (mejor que muchas contemporáneas… Y que muchas presentes).

Tengo una bala, tengo una bala, con el nombre “grabao” de una tagala…

5.000 filipinos, cuatro cañones. La bandera al viento, treinta españoles. Treinta españoles, niña, treinta españoles. Una bandera al viento y sus riñones”… Es que coj**** no se podía decir, que la censura se te echaba encima (si es que hasta “Fuck” no se pronunció en un film americano hasta 1.970, con “M.A.S.H.”)

FICHA TÉCNICA:
Dirección: Antonio Román.
País: España.
Año: 1.945.
Duración: 99 minutos.
Guión: Pedro de Juan, Antonio Román (Libros: Enrique Alfonso Barcones, Rafael Sánchez Campoy, Enrique Llovet).
Música: Jorge Halpern y Manuel Parada.
Fotografía: Heinrich Gärtner (B&W).
Protagonistas: Armando Calvo (Teniente Martín Cerezo), José Nieto (Capitán Enrique de las Morenas), Guillermo Marín (Doctor Rogelio Vigil), Manolo Morán (Cabo Pedro Vila), Juan Calvo (Cabo Olivares), Fernando Rey (Juan Chamizo), Manuel Kaiser (Fray Cándido), Carlos Muñoz (Santamaría), José Miguel Rupert (Moisés), Pablo Álvarez Rubio (Herrero, el desertor), Nani Fernández (Tala), Emilio Ruiz de Córdoba (El Correo), César Guzmán (Jesús García Quijano), Alfonso de Horna (Marquiado), Manuel Arbó (Gómez Ortíz), Conrado San Martín (Vicente Pedrosa), Adriano Domínguez (Pineda) y Tony Leblanc (Correo).

sábado, 23 de marzo de 2013

Adiestrando para sembrar la Paz



Debido a sus particulares características, el principal valor añadido de la Unión Europea para hacer frente a los retos de seguridad en el siglo XXI, tanto en la prevención de las crisis, en su gestión, como en la etapa post-conflicto o post-crisis, es su capacidad para afrontarlas desde una perspectiva o enfoque integral. Este enfoque integral, concepto en desarrollo actualmente en el Servicio Europeo de Acción Exterior, trata de aportar soluciones con el máximo nivel de flexibilidad, aglutinando en la resolución de los problemas de seguridad todos los instrumentos a disposición de la Unión: desde aquellos de carácter comunitario y preventivo como la Política de Vecindad, los Fondos Europeos para el Desarrollo, o el Instrumento para la Estabilidad, hasta los que están bajo el control del Consejo como la Política Común de Seguridad y Defensa, o los de carácter diplomático como el Servicio Europeo de Acción Exterior con su diplomacia preventiva.

La Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), entendida como una pieza clave de la acción exterior de la Unión Europea, es la parte de la Política Exterior y de Seguridad Común que se plasma en la actuación planificada en el seno del Consejo, es decir, actuación intergubernamental, dirigida a gestionar eficazmente las crisis que se producen en la esfera internacional. La participación de la UE a través de la PCSD en diferentes escenarios constituye una expresión muy tangible del empeño de la UE en contribuir a la promoción y preservación de la paz y la estabilidad en el mundo, fortaleciendo su capacidad general para, en el marco de su estrategia de seguridad, responder a los retos en este ámbito con instrumentos de gestión de crisis civiles y militares. Sin embargo, los desafíos de seguridad aumentan cada día en número, complejidad y dimensión.

En consecuencia, la demanda para disponer de unas capacidades adecuadas con que gestionar las crisis resultantes de los retos de seguridad también aumenta. Por ello, y debido entre otras cosas a las limitaciones presupuestarias de todos los Estados, la Unión Europea debe optimizar los recursos a su disposición, tratando de hacer frente a los problemas desde su raíz. Si la UE es capaz de llevar a cabo misiones u operaciones de la PCSD en el marco de un enfoque integral frente a una determinada situación de crisis, las posibilidades de obtener resultados positivos y duraderos se verán notablemente incrementadas.

Las misiones de entrenamiento lanzadas por la UE, o aquellas de refuerzo y creación de determinadas capacidades, representan un buen ejemplo de cómo alcanzar resultados a medio y largo plazo a través de un número limitado de efectivos y medios. La finalidad de estas misiones es la de contribuir a fortalecer gobiernos débiles o a mejorar la buena gobernanza en el país, así como a reformar/modernizar sus Fuerzas Armadas y de Seguridad. En realidad, se trata de que sin recurrir a un gran despliegue de recursos materiales y humanos, se pueda hacer frente de manera eficaz a las amenazas e intereses de la Unión Europea en áreas, cuya desestabilización podría producir efectos si cabe más negativos y de mayor envergadura en el resto de la región, traduciéndose en crisis humanitarias, violación de Derechos Humanos y en violencia armada.

En este marco, la UE ha desplegado dos nuevas misiones de la PCSD en 2.012: una misión civil de asesoramiento, asistencia y adiestramiento en el Sahel, llamada EUCAP SAHEL Níger; centrada en las fuerzas de seguridad para reforzar las capacidades en la lucha contraterrorista y el crimen organizado, facilitando con ello el control del territorio por parte del Estado; y una misión para la creación de capacidades marítimas regionales en el Cuerno de África, denominada EUCAP Néstor. Ambas misiones contemplan una aproximación por fases en su puesta en práctica, basada en secuenciar las actividades en los países afectados. Además, está previsto desplegar otras dos misiones, una en Mali y otra en Libia, a lo largo de 2.013. La primera, llamada EUTM Mali, será de asesoramiento y entrenamiento a las Fuerzas Armadas de Mali, y la segunda lo será de ayuda al control de fronteras.

Si bien es verdad que este tipo de misiones, de pequeña entidad comparadas con operaciones militares en el marco de la OTAN o de Naciones Unidas, tendrían por sí solas un impacto estratégico limitado, lo realmente importante y lo que les concede un valor añadido es su aportación a la consecución con éxito de un objetivo de mucha mayor envergadura, al desarrollarse siempre encuadradas en el marco de una estrategia más amplia de la UE en la región. Es así como, con la única excepción de la posible misión de control de fronteras en Libia, EUTM Mali y EUCAP SAHEL Níger forman parte de la Estrategia para la Seguridad y el Desarrollo en el Sahel de la UE. De igual manera, en el Marco Estratégico de la Unión Europea para el Cuerno de África, en sus aspectos de gestión de crisis es donde encuentran su asiento la operación Atalanta de lucha contra la piratería, la misión EUTM Somalia de entrenamiento de las fuerzas de seguridad somalíes, y EUCAP Néstor, que como es natural, se suman a otros proyectos de desarrollo y de ayuda humanitaria de las instituciones europeas en la región. En el fondo, la UE no hace sino consolidar sus prioridades estratégicas para el futuro en el Sahel o en el Cuerno de África, reduciendo los efectos de la inseguridad en la región, bien poniendo fin a la piratería, o bien a través de misiones de asesoramiento y adiestramiento de Fuerzas Armadas y de Seguridad locales.

Desde que la Unión Europea llevó a cabo su primera misión en el ámbito de la PCSD mucho han cambiado las cosas. Su evidente capacidad para gestionar los instrumentos que tiene a su disposición: Diplomáticos, de desarrollo y de defensa, la convierten en una organización internacional única. Desde hace unos años, la UE viene incluyendo misiones PCSD en el marco de sus más amplias estrategias regionales, llegando a jugar un papel decisivo en ellas.

El reto para el futuro será el de mejorar aún más su capacidad de coordinar todos los instrumentos disponibles, tanto en Bruselas como sobre el terreno. Misiones del tipo de las reseñadas, con objetivos concretos y con un menor nivel de fuerzas sobre el terreno, parecen ser una buena vía hacia el éxito. De lo que no cabe duda, es que redundaría en una mayor visibilidad y buenos resultados prácticos de la acción exterior de la Unión Europea.