sábado, 9 de noviembre de 2013

CALATRAVA, ALCÁNTARA y MONTESA: Las otras Órdenes Militares



 * La ORDEN DE CALATRAVA es una orden militar y religiosa, fundada en el Reino de Castilla en el siglo XII por el abad Raimundo de Fitero, con el objetivo inicial de proteger la villa de Calatrava, ubicada cerca de la actual Ciudad Real. Pertenece al grupo de las órdenes cistercienses y, en la actualidad, únicamente tiene carácter honorífico y nobiliario. Su origen se debe a un gesto heroico. La ciudad de Calatrava, junto al río Guadiana, había sido arrebatada a los árabes por Alfonso VII en 1147. Dada la importancia estratégica del lugar como baluarte avanzado de Toledo ante los moros, tras la corta posesión por parte de ciertos magnates, el rey quiso asegurar su defensa entregándola en 1150 a la Orden del Temple, ya que por aquellas fechas no existían los ejércitos regulares, ni era fácil poblar las zonas de frontera. Unos años más tarde, ante el empuje islámico, el Temple dio la empresa por perdida, y devolvió la fortaleza al sucesor de Alfonso, el rey Sancho III.

Ante la situación creada y el inminente peligro, éste reunió a sus notables y ofreció Calatrava a quien se hiciera cargo de su defensa. Entre la sorpresa y las bromas de los nobles, Raimundo, abad del monasterio cisterciense de Fitero, alentado por el monje de su monasterio Diego Velázquez, que había sido anteriormente guerrero, aceptó el reto. Al no haber alternativa, el rey cumplió su palabra, entregando Calatrava a los monjes de Fitero mediante donación realizada el 1 de Enero de 1158 en Almazán. Ellos, por su parte, formaron en poco tiempo un ejército de más de 20.000 monjes y soldados, uniendo, a los que había conseguido organizar fray Diego Velázquez en las cercanías de Calatrava, los que había reclutado Don Raimundo en el reino de Aragón. Ante tal multitud, los árabes rehusaron entrar en batalla, retirándose hacia el sur.

Como el compromiso de defender Calatrava se mantenía y resistiéndose con el tiempo los caballeros a tener por superior a un Abad del Císter y vivir entre los monjes, decidieron elegir un Maestre de la Orden. Los monjes se retiraron a Ciruelos y los caballeros a Ocaña, donde se convirtieron en una Orden militar, la primera hispana, que adoptó el nombre propio del lugar. El primer Maestre de la Orden fue Don García, que obtuvo del Císter y del Pontificado la primera regla. Esta regla, modelada sobre las costumbres cistercienses para hermanos laicos, impuso a los caballeros, además de las obligaciones de los tres votos religiosos (obediencia, castidad y pobreza), las de guardar silencio en el dormitorio, refectorio (comedor) y oratorio; ayunar cuatro días a la semana, dormir con su armadura, y llevar, como única vestimenta, el hábito blanco cisterciense con una sencilla cruz negra (luego roja, a partir del siglo XIV) “flordelisada”: Una cruz griega con flores de lis en las puntas, que en el siglo XVI se configuró definitivamente como hoy se conoce.

La fortaleza de Zorita de los Canes y todo su alfoz fueron concedidas a los calatravos por Alfonso VIII en 1174, para proteger, tras dos años de incursiones de los almohades, toda la frontera este del Tajo. En Abril de 1180 el mismo rey concedió fuero a Zorita.

En 1179 Alfonso II de Aragón cedió el castillo de Alcañiz a la Orden de Calatrava en premio a sus servicios contra los moros.

La Dehesa de Abénojar y su término fueron concedidos en 1183 por Alfonso VIII a esta orden y hasta 1814 —que el término fue recuperado por el Infante Don Carlos— el pueblo pasó a llamarse Abenójar de Calatrava. Como constancia de este hecho, se puede ver la Cruz de Calatrava realizada en forja en uno de los tejados de la iglesia del pueblo.

Desde su fundación hasta principios del siglo XIII la Orden experimentó una serie de altibajos. Tras la derrota cristiana sufrida por Alfonso VIII en la Batalla de Alarcos (1195), incluso tuvo que evacuar sus posesiones y retirarse a Ciruelos (Toledo). Tras un golpe de mano, varios caballeros de la Orden tomaron por sorpresa el castillo de Salvatierra, casi a las puertas de Sierra Morena, que mantuvieron en su poder, totalmente aislado de socorros, hasta 1211. Por ello, durante esos pocos años, la Orden adoptó el nombre de Orden de Salvatierra.

La Orden alcanzó su afianzamiento definitivo tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), cuando fijó su sede en la nueva y más segura fortaleza de Calatrava la Nueva (1218) -en el antiguo castillo de Dueñas, por frente del castillo de Salvatierra-, que fue construida por prisioneros musulmanes en su mayor parte, y que ya nunca abandonaría.

La antigua sede de Calatrava, origen de la Orden, junto al río Guadiana, pasó a convertirse en la sede de una Encomienda, y desde ese momento pasó a ser conocida como Calatrava la Vieja.

En poco tiempo, sus grandes recursos humanos y económicos dieron a la Orden un enorme poder político y militar, que duró hasta el final de la Reconquista. Disponía de tierras y castillos a lo largo de toda la frontera de Castilla y Aragón, ejercitando un señorío feudal sobre miles de vasallos. Era capaz de aportar, a título individual, hasta 2.000 caballeros al campo de batalla, una fuerza considerable en la Edad Media. Además, disfrutaba de autonomía, lo cual trajo consigo diversos enfrentamientos con los reyes, dado que la Orden no les obedecía a ellos, sino al Maestre. Sólo se reconocían superiores espirituales: el abad de Morimond (Francia) y, en último término, el Papa.

A partir del año 1228 la Orden de la Calatrava pasó a contar con encomiendas en Andalucía tras serle concedidas por el rey Fernando III las plazas de Martos, (Higuera de Calatrava -antigua de Martos-), Porcuna, Víboras y Alcaudete, en agradecimiento por los servicios prestados en la Reconquista. Asimismo a lo largo de los siglos XIV y XV, los calatravos fueron extendiendo sus dominios andaluces con la creación de nuevas encomiendas en Jaén (Lopera, Jimena, Arjona, etc.), Córdoba (Fuente Obejuna, Belmez, Villafranca de Córdoba, etc.) y Sevilla Osuna.
 

Fernando el Católico logró ser elegido Maestre de la Orden en 1487 por una bula papal, y a partir de él todos los reyes de España revalidaron el título. Bajo el mando de los sucesivos monarcas, y con la reconquista de la península finalizada, gradualmente fueron desapareciendo tanto el espíritu militar como el religioso. Con el tiempo, su única razón de existir era la generación de ingresos, procedentes de sus grandes dominios, y la conservación de sus reliquias.

Confiscados los bienes de la Orden por disposición de José I en 1808, fueron restituidos en 1814 por Fernando VII, para acabar definitivamente secularizados en 1855 por Pascual Madoz. La Primera República Española suprimió la Orden, que se restableció en 1875 con el Papado como encargado de regular su disciplina interna. En la actualidad, la orden es una institución honorífica.

Las altas dignidades de la Orden fueron apareciendo con el devenir de los años, siendo confirmadas en los estatutos definitivos (1467). Por orden de jerarquía, eran las siete siguientes:

MAESTRE: Autoridad suprema de la Orden. Otorgaba las encomiendas, confería hábitos y prioratos, administraba justicia a todas las personas pertenecientes a la Orden, vasallos incluidos. El cargo era electivo y vitalicio. La Orden tuvo un total de 30 Maestres hasta la fecha de unión con la Corona española.

COMENDADORES MAYORES DE CASTILLA Y ARAGÓN: Primeras autoridades, después del maestre, en las encomiendas de sus respectivos reinos.

CLAVERO: Su misión era guardar y defender el castillo y convento mayor de la Orden, es decir, su sede de Calatrava la Nueva. También era lugarteniente del maestre.

PRIOR: Encargado de la cura espiritual de los caballeros. Representaba al abad de Morimond.

SACRISTÁN: Encargado de la custodia de las reliquias de la Orden, vasos sagrados y ornamentos.

OBRERO MAYOR: Encargado de las construcciones.

Maestres de la Orden:
Don García (1164–1169).
Fernando Icaza (1169–1170).
Martín Pérez de Siones (1170–1182).
Nuño Pérez de Quiñones (1182–1199).
Martín Martínez (1199–1207).
Ruy Díaz de Yanguas (1207–1212).
Rodrigo Garcés (1212–1216).
Martín Fernández de Quintana (1216–1218).
Gonzalo Yáñez de Novoa (1218–1238).
Martín Ruiz de Cevallos (1238–1240).
Gómez Manrique (1240–1243).
Fernando Ordóñez (1243–1254).
Pedro Yáñez (1254–1267).
Juan González (1267–1284).
Ruy Pérez Ponce de León (1284–1295).
Diego López de Santsoles (1295–1296).
Garci López de Padilla (1296–1322).
Juan Núñez de Prado (1322–1355).
Diego García de Padilla (1355–1365).
Martín López de Córdoba (1365–1371).
Pedro Muñiz de Godoy (1371–1384)
Pedro Álvarez de Pereira (1384–1385).
Gonzalo Núñez de Guzmán (1385–1404).
Enrique de Villena (1404–1407).
Luis González de Guzmán (1407–1443).
Fernando de Padilla (algunos meses de 1443).
Alonso de Aragón (finales de 1443–1445).
Pedro Girón (1445–1466).
Rodrigo Téllez Girón (1466–1482).
García López de Padilla (1482–1487).
Monarquía Española (desde 1487 en adelante): Únicamente hay que fijarse en el bolsillo superior izquierdo de la guerrera de todos los uniformes de SM. El Rey para observar las cuatro cruces, representativas de las cuatro Órdenes, cosidas sobre él.


Ž * La ORDEN DE ALCÁNTARA es otra Orden Militar creada en el año 1154 en el Reino de León, y que aún perdura en la actualidad. Nació en las riberas del río Côa, en la Beira Alta (Portugal) bajo el nombre de Ordem de São Julião do Pereiro (Orden de San Julián del Pereiro), fundada en 1093 por el Conde D. Henrique de Portugal.

Tras su conquista a los musulmanes, la defensa de la ciudad de Alcántara fue otorgada a la Orden de Calatrava en 1214, pero cuatro años más tarde renunciaron por la lejanía a Calatrava. Entonces Alfonso IX de León encomendó la defensa a la recientemente formada orden de los Caballeros de Julián de Pereiro a cambio de cierta dependencia de filiación con respecto a la orden de Calatrava, de ahí que adoptasen también la regla del Císter. A raíz del establecimiento de su sede central en la villa recibida, el primitivo nombre de orden de San Julián fue desapareciendo paulatinamente, hasta que en 1253 sus maestres se titulaban «maestres de la orden de Alcántara», quedando reducida San Julián Pereiro a ser una simple encomienda de la orden.

Sus primeras posesiones se ubicaban más al norte de lo que luego sería el núcleo principal de asentamiento. Comenzaron a crecer cuando, a la recibida villa de Alcántara, se sumaron Santibáñez y Portezuelo, tras ganar un pleito a la orden del Temple, así como Navasfrías, donada por Alfonso IX, y Valencia de Alcántara, conquistada por los caballeros de la orden en 1220. De esta forma quedó configurado su bloque fundamental de posesiones en el partido de Alcántara, al oeste de la provincia de Cáceres.

El comienzo de su asentamiento en el este de la provincia de Badajoz, en la comarca de La Serena, que sería el otro gran núcleo del señorío de la orden, tiene lugar en 1231 cuando conquista Magacela, que sería donada definitivamente a la orden tres años después por Fernando III el Santo como compensación por ciertos derechos alegados sobre la villa de Trujillo. Magacela se constituye en encomienda y se crea un priorato con jurisdicción en el territorio vecino. Al mismo tiempo la orden recibe el encargo del rey de repoblar Zalamea, conquistada por esos años. Tras la conquista de Córdoba en 1236 por Fernando III, se puede decir que la orden completó en la práctica sus posesiones. Entonces les fueron donadas Benquerencia y Esparragal, esta última conquistada por los templarios. Su señorío, no obstante, no se redondearía hasta comienzos del siglo XIV, cuando consiguió la donación del castillo de Eljás en 1302 y de Villanueva de la Serena un año después. Aunque la orden participó en la conquista de Andalucía, apenas recibió donaciones en esta región, limitadas a los castillos de Morón y Cote y el lugar del Arahal, que le fueron donados por Sancho IV en 1285, pero permutados con Pedro Girón en el siglo XV (1461) a cambio de Salvatierra, Villanueva de la Barcarrota y el castillo de Azagala.

En 1492 el Rey Católico Fernando II de Aragón consiguió del Papa Alejandro VI la concesión del título de Gran Maestre de la orden con carácter vitalicio. Entonces, los territorios de los alcantarinos abarcaban parte de la actual provincia de Cáceres en su límite con Portugal, las estribaciones de la Sierra de Gata y gran parte de la zona oriental de la provincia de Badajoz (la comarca de La Serena). Una extensión aproximada de 7000 km², sin incluir algunas posesiones aisladas en Andalucía y Castilla.

En ese siglo la potencia militar de la orden de Alcántara es menor que la de Santiago y la de Calatrava, debido a sus menores posesiones territoriales y, en consecuencia, su menor poder económico.

En 1522, Adriano VI fue más allá, al conceder a Carlos I los títulos de Gran Maestre de las tres órdenes militares de España con carácter hereditario.

Maestres de la Orden:
Suero Fernández Barrientos (1156-1174).
Gómez Fernández Barrientos (1174-1200) (c.1175-1216).
Benito Suárez (1200-1208) (1200-1216).
Nuño Fernández de Temes (1208-1219), recibió los bienes calatravos en el reino de León, y al frente de ellos la importante fortaleza de Alcántara en 1218, padre de Fernán Núñez de Témez.
Diego García Sánchez (1219-1227).
Arias Pérez (1227-1234), conquista Magacela.
Pedro Yáñez (Pedro Ibáñez) (1234-1254).
García Fernández de Barrantes (1254-1284).
Fernando Páez (1284-1292).
Fernando Pérez Gallego (1292-1294) (1292-1298).
Gonzalo Pérez (1296-1312) (1298-.316).
Ruy Vázquez de Quiroga (Rodrigo Vázquez) (1312-1318) (1316-1318).
Suero Pérez Maldonado (1318-1334) (1318-1335).
Ruy Pérez Maldonado (1334-1335).
Fernando López (1335).
Suero López (1335).
Gonzalo Martínez de Oviedo (1337-1338).
Nuño Chamizo (1338-1343).
Pedro Alonso Pantoja (1343-1346).
Fernando Pérez Ponce de León (1346-1355). Tataranieto del rey Alfonso IX de León.
Diego Gutiérrez de Ceballos (1355).
Suero Martínez Aldama (1355-1361).
Martín López de Córdoba (1364-1369).
Pedro Muñiz de Godoy (1369).
Melendo Suárez (1369-1371).
Ruy Díaz de la Vega (1371-1375).
Diego Martínez, maestre de la Orden de Alcántara (1375-1383).
Diego Gómez Barroso (1383-1384).
Gonzalo Núñez de Guzmán (1384-1385).
Martín Yáñez de la Barbuda (1385-1394).
Fernando Rodríguez de Villalobos (1394-1408).
Sancho de Aragón y Castilla (1408-1416).
Juan de Sotomayor (1416-1432).
Gutierre de Sotomayor (1432-1453).
Gómez de Cáceres y Solís (1457-1470).
Alonso de Monroy (1471-1473)
Juan de Zúñiga (1473-1492) (1477-1494)
Monarquía Española (1492-...).

 
No obstante, Carlos de Ayala Martínez –en su obra “Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (Siglos XII-XV)- considera únicamente 37 maestres.

En el siglo XVI las localidades que pertenecían a la Orden figuran en la relación que a continuación se expresa, remitida por el Gobernador de Alcántara el 14 de Julio de 1.571:

I.- El partido de Alcántara, con 14 pilas y 3.580 almas.

II.- El partido de Villanueva de la Serena, con 19 pilas y 5.710 almas.

III.- El partido y gobernación de Valencia de Alcántara, con 6 pilas y 1.920 almas.

IV.- El partido de Sierra de Gata, con 15 pilas y 2.695 almas.





 * La ORDEN DE SANTA MARÍA DE MONTESA Y SAN JORGE DE ALFAMA es una orden religiosa y militar fundada por el rey Jaime II de Aragón en el siglo XIV.

El rey de Aragón cedió a la orden el Castillo de Montesa, enclavado en territorio valenciano, frontera con los sarracenos de esa zona. Fue aprobada por el Papa Juan XXII el 10 de Junio de 1317, por bula, aprobando y confirmando la Orden de Montesa como lo había propuesto el rey don Jaime II de Aragón y Valencia, invirtiendo los bienes de la orden de los Templarios extinguida por Clemente V en dotar una nueva orden que pretendía fundar el susodicho rey. La fundación se verificó el domingo 22 de Julio de 1319, en la capilla real del palacio de Barcelona, siendo la cabeza y sacro convento de ella el de la villa de Montesa de Valencia, de que el rey hizo donación a la orden, y de la cual tomó nombre.

Por divisa tomó una cruz roja sin flores, y el manto capitular blanco que aprobó Clemente VII el 5 de Agosto de 1397. Pero más adelante, con motivo de haberse incorporado a esta orden en 1399 la de San Jorge de Alfama, dejó aquella insignia y adoptó una cruz de gules de color rojo por concesión de Benedicto XIII, otorgada en 1400 y que Martín V confirmó posteriormente.
 

La orden sufrió numerosas dificultades. Según la bula de fundación, era el maestro de Calatrava a quien le correspondía la creación de la nueva orden, así como la capacidad de armar a los caballeros y hacer vestir los hábitos a los caballeros montesanos. Jaime II, con antelación, había escrito al maestre de Calatrava para que acelerara la acción. El maestre, a quien no le gustaba obedecer órdenes ni de su propio rey, el de Castilla, ni siquiera contestó a las misivas. El rey se dirigió entonces al Papa para que diera la orden al de Calatrava. El Pontífice pasó el encargo al arzobispo de Valencia, que tampoco recibió respuesta por parte del Maestre de Calatrava.

El arzobispo de Valencia envió finalmente hasta Castilla al abad del Monasterio de Nuestra Señora de Benifassà, perteneciente a la Orden del Císter. El Maestre de Calatrava se negó a acudir a Valencia, alegando que sus obligaciones custodiando la frontera se lo impedían, aunque la razón real parece ser que era la poca disposición por parte de la Orden de Calatrava a ceder las posesiones de Aragón a otra orden. Finalmente, cedió y envió a Valencia a un procurador para que obrara en su nombre.

Se nombró como primer Maestre de la nueva Orden a Guillermo de Eril, un hombre anciano, gran experto en las artes militares. El cargo le duró muy poco, ya que Eril fallecía setenta días después de haber sido elegido.

El reino de Valencia se encontraba agitado debido a la revuelta conocida como de la Unión, por la que algunos nobles valencianos, apoyándose en el pueblo, deseaban emanciparse de la tutela del Reino de Aragón y constituirse en un reino independiente. El rey de Aragón encargó al Maestre de Montesa, Arnaldo de Ferriol, que controlara a los sediciosos, convirtiéndose así los montesanos en una baza muy importante para que el rey Pedro IV de Aragón derrotara a los sublevados de Valencia. La Orden se convirtió en la principal fuerza militar defensora del trono.

Sin embargo, los reyes empezaban ya a tomar parte activa en la elección de los Maestres. El rey Fernando II de Aragón (Fernando el Católico) impuso como tal a su sobrino, Felipe de Aragón y Navarra, revocando así el anterior nombramiento.

El último Maestre fue Pedro Luis Garcerán de Borja, marqués de Navarrés, hijo del duque de Gandía, hermano de san Francisco de Borja, elegido a los 17 años. En 1572, un tribunal de la Inquisición de Valencia condenó a Garcerán de Borja por sodomía. Parece ser que Pedro Luis Garcerán de Borja había estado enamorado tiempo antes de un tal Martín de Castro, un rufián dedicado a la prostitución y el proxenetismo, tanto de hombres como de mujeres, y que fue sorprendido en la cama con el conde de Ribagorza, Juan II de Ribagorza. Martín de Castro, antes de ser ejecutado en 1574 en la corte, delató a Pedro Luis Garcerán de Borja, dando escabrosos detalles y mostrando su falta de escrúpulos. Garcerán de Borja, que había sido virrey y capitán general de los reinos de Tremecén, Túnez, Orán y Mazalquivir, se vio comprometido por la crisis interna que sufría la Orden de Montesa, dividida en facciones, y por las enemistades creadas al promocionar a sus favoritos. Felipe II, que fue consultado por la Inquisición sobre la conveniencia del juicio, decidió emplear el proceso para dar una lección a la nobleza levantisca, neutralizando a la vez la alianza de los Borja con la familia real portuguesa. Garcerán de Borja fue condenado a 10 años de reclusión en el convento de Montesa y una multa de 6.000 ducados, a razón de 1.000 ducados al año. Sin embargo, ya en 1583, Garcerán de Borja, tras unas disputas internas por la sucesión del Gran Maestre, supo congraciarse con el Rey y negoció con Felipe II la incorporación a la corona de la última Orden que se mantenía independiente el 8 de diciembre de 1.587, gracias a una bula del papa Sixto V expedida en Roma. Como premio obtuvo la Encomienda Mayor de Calatrava y en 1591 el Virreinato de Cataluña, falleciendo en 1592.

El convento de la Orden se encontraba en la villa de Montesa. Un terremoto en 1748 hizo que se desplomara la roca en la que se situaba y mató a muchos de sus miembros. La Orden pasó a tener su centro en Valencia, en la casa del Temple.

Maestres de la Orden:
Guillermo de Eril (1319-1319).
Arnaldo de Ferriol (1319-1327).
Pedro de Thous (1327-1374).
Alberto de Thous (1374-1382).
Berenguer March (1382-1409).
Romero de Corbera (1410-1445).
Gilaberto de Monsavin (1445-1453).
Luis Despuig (1453-1482).
Felipe Vivas de Cañamanes y Boll (1482-1484).
Felipe de Aragón y Navarra (1484-1488).
Felipe Vivas de Cañamanes y Boll (1488-1492).
Francisco Sanz (1493-1506).
Francisco Bernardo Despuig (1506-1537).
Francisco Llansol de Romaní (1537-1544).
Pedro Luis Garcerán de Borja (1545-1587).
Reyes de España (1587-...).
 

Pero aunque son todas las que están, no están todas las que son: Nos faltarían Órdenes tales como la del Santo Sepulcro de Jerusalén, la conocida Orden de Malta, la Teutónica y, por supuesto, la Templaria: “Los caballeros de las Órdenes Medievales se encontraban imbuidos de cierto halo de misticismo, misterio y espiritualidad que les convertía en seres a medio camino entre el cielo y la tierra… Es por ello, quizá, por lo que resultan tan atractivos ante nuestros ojos. Y tan peligrosos a ojos de sus coetáneos” (Mark Frost: “El Templario”, página 239).


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